lunes, 7 de diciembre de 2015

Epílogo winstoniano

Un compungido Presidente Nicolás Maduro, afrontó la derrota 6D, aceptándola, por un lado, y atribuyéndola a la “guerra económica”, a fin de esgrimir ante el país, una  variable con fuerza para interpretar el reciente hecho político, desde las filas que representa –digamos, sectariamente, porque un presidente es para tod@s-, tal vez como recurso de consolación al remanente de parciales, a quienes sin dudas debe pesarles hoy la derrota, pero que ya pudieran tener el cuero curtido por lo adverso, con un líder máximo, supremo, ido ya hace un buen rato, como cualquier mortal de tiempo choreto o desajustado de alguna manera, y no preciso, perfecto como el de Dios.

Perder la Asamblea, no puede ser equiparable a ver desvanecerse en la corriente histórica, a quien se embolsilló la lucha sempiterna del chiripero que forjó la izquierda en Venezuela, el juramento del Samán de Güere, el PSUV, la “bicha”, y otros factores políticos y/o institucionales, en un personalismo confeso, bajo la convicción de que pasaría mucho tiempo antes de que alguna de las piezas que utilizaba en el tren ejecutivo u otros, pudieran tener la talla caudillista, que él –del linaje de Maisanta-, ostentaba; “por ahora” todos ellos servirían para que alguien llevara sobre sus hombros los pertrechos de las malas políticas; las culpas no pueden ser espectros apátridas en pena; alguien debe arrear con ellas, asumirlas, otorgarles propiedad.

De ese fuelle estertorero hablamos, de ese débil pundonor que permite balbucear cualquier aventura semántica sin resuello, anclado en la claridad de una dicción post derrota, aún inteligible, al momento en que definimos el par de palabras que titulan
 lo presente.

Noticierodigital nos dio la pauta, al traer un parafraseo doliente –así lo percibimos-, en boca de Winston Vallenilla, procurando en la nostalgia corporizar la humanidad de aquello que no se hizo sangre, ni voz, ni nada en los afiches publicitarios, en los avisos de prensa, en las vallas, u otros, como último recurso para avivar la indiferencia soberana, cansada de desabastecimiento, de colas, de sin luz, sin agua, sin esperanza: “Por ahora los objetivos no fueron logrados”.

 

El cambio que refleja este hito en el devenir político en que vamos inmersos, no pudo ser detenido por el rostro sonriente de Chávez, por doquier, como evidente testimonio, de que “por aquellos montes lejos”, como él solía cantar a su camarada Acosta Carlez, todavía algún vaho de figuras lejanas en la memoria, proyectaba la certeza, de que el controversial personaje tenía razón, y se la daban de forma taxativa los propios “no somos nada” que hoy amanecen disminuidos en el mapa pintado casi todo de azul.

 

Porque los herederos del chavismo y sus hechos, prefirieron dejar en el recuerdo de quien los consideró incapaces de llevar adelante un buen proyecto de país, todo argumento razonable, toda exposición lógica de los aportes sin aquel, en una subestimación propia que tenía obviamente que resultarles contraria.

 

No puede ser otro, el perdedor de esta jornada, que el propio Chávez, porque las consignas que exaltaban el ánimo de un pueblo por mucho tiempo fiel –al caudillo-, se aferraron siempre a paradigmas determinantes, como aquel según el cual “Con Chávez manda el pueblo”, y Chávez ya no estaba; o el otro que afirmaba: “Con Chávez todo, sin Chávez nada”; y quien llevaba ahora la voz cantante en el balcón del pueblo, era un minusválido de liderazgo, un discapacitado intelectual, sin Chávez; un huérfano de brújula, de acimut.

 

Alguien que según sus propias palabras, no pudo revertir una derrota en la “guerra económica”, desde el Poder con todo, con medios, con petróleo, con dinero, con países aliados, con préstamos de China, con habilitantes, con ideologías utópicas, y sobre todo con pueblo; pueblo bachaquero de compra y venta, pueblo de colas, de tiempo perdido, de presión OLP; pueblo deportado; pueblo mermado en su aparato productivo, en su maíz materia prima, en su harina procesada, blanca, para mandoquitas, empanaditas, arepitas dulces u otr@s.

 

El “por ahora” del líder máximo del chavismo, hoy alicaído pero abrigando una nueva esperanza en sus bases pueblo, golpeadas, estimuló en proporciones agigantadas el estado apagado de un pueblo venezolano mordiendo polvos diarios en el paisaje puntofijista postrero; iluminó su faz; insufló oxígeno para abombar los comprimidos pulmones ya precarios; pero el endiosamiento que a sí mismos se otorgaron, con la osadía de segregar anticonstitucionalmente a sus propios congéneres, al parecer con revanchismo, llamándolos escuálidos o tratándolos como venezolanos de baja categoría, fue transformando aquel huracán de aliento y arcoíris con bálsamo de pueblo, en un proceso real para el complejo mundo nacional, con anticuerpos “no come cova” de vertical dignidad.

 

Hasta llegar al insoportable llegadero, bosquejado en el país que tenemos; delineando el surgimiento, auge y caída de un ciclo de expectativa sobre lo que pudo ser y no fue; al epílogo winstoniano susurrando un “por ahora” bucólico, parado en la surraspa de patria que nos dejan los trapos rojos en la arena de la circunstancial derrota, luego del otro, genésico, primigenio, auspicioso, de un arañerito llanero, sin aureola ni unción “patria o muerte” de sacra nombradía.

 

Hoy pudiera leerse en la irreversible victoria de la Unidad, en la manito ganada, una tabla rasa que nos catapulte juntos al futuro; con el no somos dos bandos necesario templándonos las orejas a cada tentación separatista; con el oído al tambor constitucional abriéndonos los brazos amorosos a la Justicia, sin tiranía, como soñó nuestro sempiterno Simón.

 

De aquí en adelante no queda más nada qué decir; sino entender que las cosas deben cambiar no para que todo siga gatopardianamente igual, como decía el cuento aquel, sino para que cambien. Pa’trás espantan.




 
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