viernes, 13 de febrero de 2015

Del dicho al hecho... Señor Torrealba...


Pablo J. Fierro C.

"Nadie puede negar las creencias religiosas de Hugo Chávez Frías, siempre siguió las enseñanzas de un maestro ejemplar: Jesús de Nazaret, fue su alumno, siempre repetía un pensamiento valido para cualquier ser humano: 'Traten a los demás como ustedes quisieran ser tratados. Esta es la esencia de todo lo enseñado por la ley y los profetas'"
Narciso Torrealba. Articulista de Aporrea.org

Terminaba yo de ver un video donde el analista político Alberto Aranguibel -a quien sacaron una vez "Sin tapujos" del aire, abruptamente, por abordar el tema de aquella famosa carta de Giordani-, dejaba al moderador, a un segundo invitado -estudiante opositor-, y al público televidente de cierto programa en CNN, con la palabra en la boca, levantándose de la silla y saliendo del set de grabación, molesto por la categoría de oponente con quien estaba debatiendo, al parecer; y así, terminando yo de observar aquello, pulsé la pestaña de Aporrea, donde revisé someramente el pensamiento articulado del señor Narciso Torrealba, en relación a la posición tanto del Presidente Maduro, como de su antecesor Hugo Chávez.

Creo que no tengo necesidad de abundar mucho en argumentos para exponer mi punto discrepante, respecto a las convicciones del mencionado escritor, en ese sentido.

Uno de los slogans públicos que utilizó Chávez, durante la última campaña electoral donde participó, fue "Al enemigo ni agua"; Chávez había dejado a un lado, el sombrero claro, amarillento de Florentino, y lo había sustituido por uno negro, que hasta el momento, nunca se había puesto en campaña alguna; traía una actitud más autoritaria, y se dirigía a su gente con energía: "Tú eres Chávez, y tú, y tú, y tú...", algo así.

No quiero, señor Torrealba, negar que Chávez quisiera seguir las enseñanzas de Jesús, de buena fe; pero "del dicho al hecho", como dice su homólogo Chucho -el del programa-, hay mucho trecho; la persona que quiera ser salva por Jesús de Nazaret (palabras de él y sus discípulos), debe ser imitador de Cristo, para quien era más meritorio a los ojos de Dios, amar a un enemigo, que a un amigo "Ama a tu enemigo -decía Jesús-, porque si amas sólo a tus amigos ¿qué mérito tienes?", lo que indica que si un enemigo le pedía agua a Jesús, no se extrañe de que además de agua, le diera también comida y hasta alojamiento.

Le recuerdo que en el año 2012, delante de la escritora rusa Elena Poniatowska, el expresidente reconoció no creer ni en el cielo ni en el infierno, porque la ciencia con el uso de satélites, cohetes, naves, por un lado, y por otro con taladros de perforación petrolera, u otros no había encontrado evidencias, ni de ese espacio utópico que la Biblia anuncia como lugar de reposo del ser glorificado (cielo), ni de por el contrario, el lugar de tormento de fuego y azufre, igualmente esquematizado en las sagradas escrituras.

Cristo llama al devoto a aprender de él la humildad y la paciencia, y nadie pudiera ver reflejada en las arengas irreverentes de Hugo Chávez, a un humilde buscador, que llega a la Iglesia y se sienta en los últimos puestos, en señal de humildad, mientras vocifera como Goliat de nuevo cuño, contra representantes del episcopado, llamándolos "diablos con sotana", entre otras formas de desobediencia e infidelidad a las exigencias del claustro católico, del cual, admitía, era partidario.

La Iglesia católica, tiene un orden vertical donde la cúspide está representada por Dios mismo, y de ahí desciende piramidalmente hasta el feligrés o discípulo, quien tiene al momento de afrontar dicha fe, dos opciones: o corre, o se encarama; lo mismo ocurre en la Iglesia evangélica, y en los testigos de Jehová. Ningún lugar de enseñanza, especialmente cristiana, tiene como apóstol o guía al neófito; no quiere decir que éste deba ser tratado mal, porque Cristo incluso le da a quienes "son como niños", un valor inestimable, pero si la luz viene de arriba, hay que ver hacia arriba para captarla, y no al revés.

En cierto momento, Chávez creyó en Cristo, como Salvador y Redentor, al contrario de Fidel, que decía el mismo Chávez, era "cristiano en lo social"; es decir, Chávez aceptaba el sacrificio de Cisto en la cruz, como el medio por el cual nosotros todos los que creemos en el Mesías, quedamos libres de la condenación de Adán; pero de un tiempo en adelante, ya definiéndose por el marxismo como "el camino, la verdad, y la vida" -valga la analogía-, y observando los consejos de su abuela Rosa Inés incluso, respecto a Cristo, como algo sólo, afectuoso, de la niñez, literalmente, los soplos aleatorios de viento que hicieron contacto con lo que de cristianismo alguien hubiera regado en él -dadas sus propias alocuciones-, sin dudas se esparcieron por el aire, alejándose, y perdiéndose fuera de él, sin que tuviéramos nosotros atisbo de un regreso.

La Ley y los profetas, se resumen en muchas cosas, pero principalmente en esto: "Tanto amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna". 

No hay Salvación sin fe, porque dice Dios, que "el justo por la fe vivirá"; y en el caso que planteamos al principio, la justicia viene por amar a nuestros enemigos; así como en la cruz, Cristo perdonó a quienes le ajusticiaban.

Dios levantó a David, desde un corral donde pastoreaba ovejas, para que protagonizara victoriosamente el evento de Salvación del pueblo de Israel, sin tener conocimiento alguno comparable a los duchos en batallas y armamentos bélicos, porque su corazón, el del joven que luego se constituyó en Rey, era -dice la Biblia-, "conforme al corazón de Dios"... y con la fuerza de su corazón, aquel maquinón engorilado, de procacidades agresivas, mordió el polvo, para que el pueblo de Israel fuera exaltado por voluntad del Padre.

Antes, el pequeño David, valiente por su dignidad, y por la fuerza de su fe, afirmó en medio de un ejército que temblaba ante las afrentas de Goliat: "¿Qué harán por el hombre que mate a este filisteo y quite el oprobio de Israel? ¿Quién es este filisteo incircunciso para desafiar a los escuadrones del Dios viviente?".

Jesucristo afirmó, para evitarnos otras referncias: "Quien ha visto al Padre, ha visto al hijo".

"Y esa es la historia" -Dijera María Conchita.

 
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