lunes, 1 de diciembre de 2014

Sospechosos no habituales
Pablo J. Fierro C.


"Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—
el pueblo al aplaudirle le decía:
'Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz...'
Y el cómico reía.".

Reír llorando. Juan de Dios Peza.

El santo grial de la credibilidad política; la joyita de plata que los protagonistas consuetudinarios de la pantalla y el discurso, deberían proteger con el mayor celo posible, se me antoja en estos momentos, el quizás un tanto anacrónico término, “autoridad moral”. Por "anacrónico" traduzco en desuso; fuera de onda, pero, la práctica.

Es lo que siempre exaltamos en personas como Renny Ottolina quien nunca promocionó, a saber, un producto de cuya excelente calidad él no estuviera convencido; apretaba un tubo de pasta Colgate en uno de sus dedos, y ‘se la comía’ frente a las cámaras: “Señores, qué delicia!”; y “el público reía”; la credibilidad, nuestro relajante “Garrick”.

En tiempos de Gómez, nos relató Andrés Eloy Blanco, la autoridad leía un periódico con el nombre hacia abajo y por supuesto, las letras y artículos al revés; hoy las cosas no nos lucen a ratos, tan diferentes, cuando un enardecido Maduro -afirma un medio virtual- vocifera, amparado en quién sabe qué interpretación de la Constitución, que el periodista Alberto Federico Ravell “es una basura”; nosotros acudimos a los párrafos donde se garantizan los derechos humanos de los ciudadanos, y no alcanzamos a discernir qué fue lo que no entendimos de “Artículo 21: 1.- No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento goce o ejercicio de los derechos y libertades de toda persona.”, entre otros. ¿Está la autoridad aquí “leyendo como le da la gana”, a lo Gómez (lo cual pudiera estar ofreciendo razones a María Corina Machado como refuerzo a su denuncia de "dictadura"), o es necesario tener la jerarquía cognoscitiva en Carta Magna de un Henry Ramos Allup, para poder tener al respecto una exégesis más depurada, y en consecuencia un conocimiento exacto del detalle jurídico? Me pregunto qué argumentos tiene el Señor Presidente de la República para referirse en ese tono y circunstancias a un ciudadano venezolano, que no amerite el uso de los canales regulares, del "debido proceso", sino que por el contrario, se acuda a una vía por medio de la cual, entiendo yo, no se está agraviando sólo a Ravell, sino, como dice la canción de “Viva la gente”, al policía, al cartero, y al peluquero…”.

El caldo de cultivo para que ocurran explosiones sociales como las que nos catapultaron al proceso político en el que estamos inmersos, gracias quizás al recordado Juramento del Samán de Güere “, es, por lo que mi escueta lógica deduce, la pérdida de autoridad moral de los dirigentes que impulsan en un momento dado ciertos movimientos populares. La Generación del 28 delineó una magia fulgurante para quienes padecían la sucesión de dictaduras donde nuestros ancestros acumularon poesía dolorosa, que luego nos contaban en las pulperías con olor a ron y a tabaco; Guasina, Isla del burro, yantas ardientes, corriente en las costillas, Miguel Otero… pero, ya sabemos también la desviación hacia el nuevorriquismo, Miami, la meritocracia, el paquetazo, Sierra Nevada, etcétera… Génesis, auge y caída de los sueños. Renny mojaba el pan en café con leche –no recuerdo la marca del café-, y uno reía, y en verdad, el café era de los mejores; pero ya ni los notables de las jerarquías puntofijistas emitían una letra de convicción; las torres con pies de barro temblaban ante la más mínima ventisca.

¿Debemos llegar al extremo en que leer un artículo de Luis Britto García buscando las culpas de nuestros males en la edad media porque Torquemada esto o aquello, o el “oye, qué oportuno” “Ferguson” de Roberto Malaver, nos luzcan en medio de una denuncia tan poderosa como la que blande hoy Marea Socialista, unos discursos absolutamente fuera de contexto, cuando se necesita pensar que todavía hay gente digna, entre quienes de algún modo han representado un bastión referencial que tome el periódico y lo lea como Dios manda? ¿O es que no hay salvación alguna y todo se ha politizado de tal forma que la intelectualidad y el alto vuelo filosófico, en algunos casos, lo único que busca ya es que se haga silencio para que no salgan al aire los trapitos que perjudican la buena marcha del stablishmen cuestionado porque más vale malo conocido que bueno por conocer o qué…?

Luigino Bracci pone la mira sobre el grupo de “Ska” “Desorden público” porque corea cantos irreverentes –qué se puede esperar si llevan ese nombre-; pero ignora o parece ignorar que el director del portal web que tanta ventana le ha dado para expresarse, Gonzalo Gómez, abanderado de Aporrea org., se siente perturbado, y yo le doy la razón, por el “cerco de silencio” que se ha creado desde el gobierno –los garantes de la revolución bonita-, en torno a lo que un señor, Nicmer Evans, está extendiendo sobre la mesa de discusiones. ¿Que “Desorden público” apoya en sus canciones la corrupción, por abordar con desenfado rockero el tema, con una expresión hasta de lo más razonable? Ok. Y qué, ¿acaso buscas que Maduro los increpe como a Ravell, desde su poltrona de mando, llamándolos también “basura”? ¿Y qué hay de quienes crean el “cerco de silencio” –Gómez-, por el exorbitante desfalco –presunto-, del que según Marea socialista fue víctima el país? ¿Eso no es apoyo a la corrupción? Ah, claro, pero de eso no se habla; eso es caca. Los flancos oscuros de la revolución, como sugiere el corte que hacen a "desorden" cuando el cantante Horacio empieza a tocar el tema de la corrupción, "no serán transmitidos".

 
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