domingo, 4 de octubre de 2015

María Corina Machado ¿Otra cara bonita?

Los sucesos externos en general son tan inconexos, que no hay poder intelectual –cree uno-, capaz de desarrollar una sucinta labor compiladora, donde todo quede apelmazado en la forma, por ejemplo, en que funcionan los motores de búsqueda de páginas web como Google, Yahoo u otros, bajo un esquema en que con sólo escribir las palabras clave correspondientes, accedemos al grupo de ellas, análogo o directamente al enlace que contiene lo que buscamos.

Esta deficiencia humana, especialmente patética en “gente como uno” (R. Redford), que adolece de las técnicas idóneas para hacer determinados seguimientos de carácter público-noticioso, propios de quienes ostentan credencial periodística –o similares-, impide que podamos tener una visión global, exacta, sobre lo que habilitemos como objeto de estudio, y obliga a encaminarse siempre sobre líneas de incertidumbre, si nuestro interés se orienta a emitir opiniones, o dilucidar  acerca de cualquier tópico que escojamos, sobre todo si el mismo ofrece profunda complejidad de concepto o larga data cronológica, o cualquier otra posibilidad.

Hablar en mi caso de María Corina Machado, tiene estrecha vinculación con lo que acabo de dejar garrapateado en los párrafos anteriores; uno puede exaltar alguna postura política por razones de firmeza de carácter al momento de abordar una situación que encarna cierto riesgo, incluso, o básicamente de tipo “físico”; elogiar determinadas capacidades en el ámbito organizativo; formación en el área de “liderazgo”; tenacidad; sensibilidad; sentido de coherencia y refinación semántica al comunicar, entre otras cosas, pero se ve siempre, dado el alud de datos informativos que se precipita por donde quiera que se sintonice información, a no comprometerse en respaldo, solidaridad automática, apoyo de cualquier tipo, hasta que algún evento coyuntural –como pudieran ser las elecciones del 6 diciembre-, no encajone de tal modo la vía, que uno se vea en la encrucijada del “sí o no”, en la etapa de “penalty”, sin más allá.

Contrasta desde una cara bonita que a mi juicio no se cimienta en el prototipo estético, estrictamente material, sino en algo del alma, con una visión superficial del “hacer país”, ya escuchado en etapas que se van olvidando, en boca de Julio Borges, con una convocatoria a enamorar electores (chavistas, si mal no recuerdo), y ahora con la englobada palabra de Wladimir Villegas, entrevistando a una hija del conocido músico venezolano Chucho Sanoja: “¿Cómo vas a enamorar a los votantes?” –algo así-.

A María Corina Machado –piensa uno al verla en una foto con moretones en los pómulos y sangre en la nariz-, le han querido desfigurar su talante democrático; quiero decir, su empeño por defender desde el ser que la integra, la libertad de decir, de hacer honor a quienes le sembraron la vida, de “Generación del 28”, de “Por ti la flor en las bardas y la rosa de Martí”, de Bolívar, y de Constitución Nacional.

Hay quienes piensan que el camino abonado por “’papá’ Chávez” –que en paz descanse-, está nutrido de exclusión; cuando el extinto ex presidente, en sus discursos pedagógicos relativos a la difusión de “polis” –heredad griega-, no dejó de remachar, haciendo honor a una licenciatura en Ciencias Políticas, que la política es inmanente al ser social; como un brazo o el aire para el policía, el cartero, el lechero, el peluquero… -dijera “Viva la gente”.

En la entrevista de Villegas, escuchamos a su contraparte, en palpable contradicción con la ortodoxia paternal, afirmar fehacientemente que los empresarios no deben abrazar aspiraciones políticas; empujando una definición del tipo ”o chicha o limonada”, que uno no puede atribuirle sino al lógico neofitismo que dicha aspirante a diputado sobrelleva; le extrañó incluso la frase “Constitución Nacional” con la que el moderador concluyó una pregunta: “¿Qué?” dijo; Villegas repitió “Constitución Nacional”; faltó que rematara, la invitada, enarbolando la expresión a la que Luis Miquilena catapultó a la historia en algún contexto pasado: “¿Con qué se come eso?”.

Frente a María Corina Machado, suponemos, de acuerdo al flujo comunicacional que captamos eventualmente, que no contemplamos un liderazgo afanado en afianzarse tan sólo en las energías emotivas que suele proyectar un rostro interesante, una sonrisa u “otra cara bonita”; entendemos que el líder de la atribulada Venezuela de hoy, no puede salir únicamente a enamorar electores por vía de la empatía formal.

Un mal gesto, la actitud distante, u otros, no facilitan la obtención de dividendos electorales; pero en un país por el piso desde el punto de vista económico, debido además a la falta de preparación empresarial que han demostrado nuestros dirigentes, ajenos al manejo orgánico de toda la sistémica que ha implementado por ejemplo Eugenio Mendoza, y que mantienen inactivas o con baja productividad a una considerable cantidad de medios estatales de producción, lo que se impone es precisamente que cada uno de los venezolanos, junto a lo que hacen por subsistir, su actividad profesional, su arte, o sus responsabilidades estudiantiles, u otros, asuma sin complejos su ciudadanía política, su apego constitucional, en pro de aquello en lo que cree; porque es esa la razón por la que a esta República, que antes se llamaba “Venezuela” –a secas-, se le hizo el agregado de “Bolivariana”; porque eso somos (aunque ya estaba sobreentendido); una generación que nació de Bomboná, Pichincha, Junín, Ayacucho; el Discurso de Angostura, la Carta de Jamaica, el Delirio sobre el Chimborazo.

Bolívar no nos soñó como constructos abstractos inmersos en el ajetreo cotidiano por la “polis”; muy por el contrario, hacemos “ciudad”, por él; nuestra impostura racional ciudadana, viene de meterse en y afrontar dificultades que no a todos o todas resultaban confortables.
 
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