miércoles, 3 de junio de 2015



"Estas ideas conducían a un ambiente fértil para una retórica de erradicación".
Emilio Figueredo

La lógica inquisitorial de la que fueron víctimas Bruno, Orta, Servet, Copérnico, Galilei, entre muchos otros que propusieron al stablishment de su tiempo, especialmente en filosofía y ciencia, teorías novedosas, o desestabilizadoras de creencias anacrónicas –incluso revisionistas-, develaba un excesivo apego a la vanguardia decadente, en la que el poder eclesiástico y monárquico hibernaban, en un tambaleo ya de preocupante intensidad, precisamente a causa de la fuerza racional concentrada en las serias investigaciones que muchos de quienes entonces se atrevían a mostrar al mundo, nuevas verdades –contra todo riesgo-, sacaban a la luz.

El pensamiento empoderado, inquisitorial, fascista, dictatorial, despótico, suele deslizarse estratégicamente, hacia un escenario donde le sea propicio defender, desde la gnosis intelectual, dotados sin dudas de alguna solidez como para ostentar esa postrera fase vanguardista, bajo una condición servil, utilitaria, nada más que con el objetivo de generar estructuras de contención que refuercen la tolerancia, ya enclenque, en razón a la embestida irrefrenable de la verdad sustituta, la vanguardia naciente; sin esa certeza histórica refrendada siglo tras siglo de evolución en todos los campos, al venirse continuamente abajo convicciones retrógradas –a las que la posteridad tuvo que desechar, por el empuje del aclarado devenir-, seguiríamos anclados posiblemente en el maravilloso tiraflechismo de Anaxímenes, Anaximandro, Tolomeo, Empédocles, entre otros (La tierra es plana, de pana).

Las teorías económicas intentan asir la piedra filosofal que las apelmace en un contexto, donde la activación del método científico, las revista con categoría de leyes –irrefutables, inmutables-; y cada suceso avance por la ruta predestinada, según sus propiedades inmanentes, sin saltos cuánticos.

Así, enunciaríamos con facilidad algunas ecuaciones y/o fórmulas para sacar conclusiones, de tal modo que nada nos sorprendería (como cuando establecemos que “masa” es igual a “densidad” por “volumen”); lo cual sin dudas se reflejaría, de acuerdo a lo previsto, en el producto interno bruto, el riesgo país, la balanza de pagos, y cualquiera de esas variables con las que los economistas e improvisados del cálculo, suelen definir los resultados de las políticas que se manejan para tener claros panoramas respecto al áurea que en función de esto nos arropa.

No es tan fácil como que un comerciante suba, “por ley de imitación al calco”-pudiéramos decir- los precios, para nivelarse con el vecino que antes había hecho lo mismo, como garantía de no quedarse atrás en la cuadra, a fin de año, respecto al otro, a la hora de introducir al garage, automóvil nuevo.

Porque es ahí, en lo que parece elemental, donde estallan como en un campo minado, ciertos imponderables que orientan el hecho económico, hacia resultados que pueden dejar perplejos a los minimalistas de la lógica, los torquemadas paradigmáticos obsesos –observadores del lobo en toda hipótesis relacionada, que no se ajuste a lo que su personal forma de percepción interprete-. Porque indudablemente, existen monopolios, realidades disfuncionales del hecho financiero público, déficits, estrategias de toda índole, comerciantes e industriales de los más disímiles criterios, que frente a los continuos cambios del mercado, reaccionan de acuerdo a un flujo cuántico, donde volvemos a la cruda noción de que la economía no es una ciencia exacta, sino una plataforma de valoraciones matemáticas, sociológicas, políticas, y más, que nos permite proyectar estadísticamente, y a ratos observar coincidencias entre causa y efecto; pero hasta ahora, sin que podamos recostarnos a determinismos que le eviten malas experiencias de currículo, a los expertos más avezados.

Saltan así por todas partes situaciones inesperadas, como cuando algunas inocentes “ganas de avanzar”, por desiertos o campos de guerra, donde se suponía que fuerzas enemigas osarían ollar insolentemente con su intrusa planta, suelos ajenos –tipo bachaquero, la bruja a la que cierta facción nacional le tiene puesto el ojo, como para no apuntar donde la reacción contraria puede ser mil o más veces inconveniente para mí, francotiradorcito-.

Y este tipo de complejidades se dilucida a nuestros ojos, porque los “mass media” nacionales –y por supuesto, regionales-, en un viraje que se argumenta como más “equilibrado” por mayor presencia pro gobierno en cada uno –casi- de los medios nuestros, ofrecen hoy mayor volumen de opinión controversial que, bienvenida sea, nos despejan indubitablemente desde el punto de vista de específicos intelectuales de contención, la madeja de por dónde vienen los tiros, respecto al desastre en que devenimos, ahora que nos sabemos desabastecidos; dolarizados; bachaqueados; con los precios petroleros pidiendo pista; las empresas públicas improductivas; las privadas sin recursos, pero guapeando; y más…

Nos enteramos que la idea –según cierto flanco-, es emparentar el sistema de gobierno preferido por Bolívar (y nosotros bolivarianos –ya oposición, ya gobierno-), no con liberalismo, capitalismo, u otros, sino con la punta de lanza esgrimida con éxito –ahora lo vemos- por quienes asumieron en los albores de nuestras dos recientes repúblicas, el ideario de Marx y otros teóricos anticapitalistas, como sus catecismos cotidianos, para espantar el ogro que nos compra más, nos presta dinero, nos refinancia, y nos paga mejor: el imperialismo norteamericano; nos referimos a la llamada “lucha de clases”, que escudada en sumediano prestigio –especialmente ahora que tiene respaldo empoderado para ir contra lo que se le antoje, “constitucional”-, busca reivindicar su sino genésico, su atávica “mala estrella”, atentando contra todo lo que tuvo mejor suerte histórica que ella, y que le ofrece lógica resistencia, porque en su egocéntrica ceguera, lo demás no importa nada; razón por la cual surgen entre otras cosas, rumores de que los jóvenes de 19 y 20 los “mejores notas”, serán relegados a un plano de subestimación, frente a los que hay que darles el cupo porque sí.

No parto de que la lucha de clases tenga o no sus razones, pero una parcialidad que logre sus objetivos embistiendo ilegalmente contra la Constitución Nacional, debe ser rechazada por mí, bolivariano, demócrata y cristiano, especialmente cuando se me quiera vender, como algo a lo que se deba apoyar o al menos respetar.

Los neo inquisidores economicistas, que asocian “lucha de clases” con democracia, ofrecen sin dudas una tentación medieval en sus discursos antiparadigmáticos que por coherencia filosófica debemos deslastrar de cuajo de nosotros.

Basta ver las fotos de los fusilados del parto revolucionario en la cuna del antiimperialismo latinoamericano –ahora dando pasos progresistas hacia la búsqueda robinsoniana de algún “Eppur si muove” con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas Cuba-Estados Unidos-, para extraer una muestra acerca de cuán democráticos han sido los métodos con los que se elige dejar en el camino la contraparte en pugna, en esa coyuntura emblemática de la lucha de clases; atizada por cierto -la lucha-, por estos delirantes decimonónicos, que no saludan con entusiasmo, el acercamiento Castro-Obama, sino que permanecen anclados a las pretéritas posturas belicistas, desde donde extienden argumentos pro ruptura, o anti acercamiento, en el sempiterno acto de no darle -como pedía Lennon y su generación-, un chance a la paz. Castro-Obama, juntos en pro de sensatos acuerdos diplomáticos, nos hablan de futuro, de borrón y cuenta nueva, para avanzar; es un ideal que no a todo interés genera simpatía.

Capitalismo, Liberalismo, no son estrictamente “Democracia”, como proyecciones del cuerpo semántico de aquellos, pero una vez que constituyeron hegemonía determinante en países que obtuvieron de la modernidad sus ideales políticos, establecidos de acuerdo a iconos inherentes a dicho sistema de gobierno, como la Carta Magna, el Congreso, el Libre Mercado, y más, es una aventura demasiado traída por los pelos, no asociarlos a procesos donde la palabra Libertad, adquiere una dimensión preponderante; lo que me induce a redactar con interés, una opinión, con la cual entrar en el juego, dejando claro lo que pensamos; pero no extenderemos etiquetas descalificadoras (para anular lo que me adversa), a esa osadía que requerimos estudiar, estimo, más profundamente; también por el brainstorming nacional que vemos necesario asumir ante la importancia que representa nuestra realidad económica.

La Democracia, a modo de panacea, propugna el Libre Mercado, y algunos defensores de la lucha de clases, piensan que debe buscarse otros caminos, porque a sus ojos, dicho esquema no se ha implementado con éxito en ninguna parte (ponen ejemplos: Pinochet).

Nos enfrentamos entonces a una especie de contra mito, negado a resolver un avance a lo que se supone ideal, porque reales factores de poder, impiden, según la tesis, que particularmente en Venezuela pueda obtenerse a corto plazo el objetivo; haciendo alusión, entre otras cosas a la existencia de monopolios.

Pero cuando se invoca o se trata de desmoronar desde el discurso, las convicciones generales de la tradición democrática de cara a la estructura sistémica que la cimienta, tanto en la teoría como en la praxis, considerando a lo que a su vez otorga cimientos a esta contraparte garrapateada en el delirio, anti constitucional, autónomo, anárquico, impositivo, y más, como lo ha sido por antonomasia la lucha de clases -sin que ello implique que de tal coyuntural concepto no pueda haber surgido alguna importante reforma bajo un perfil ético positivo), constatamos lo inútil que resulta intentar convencernos a nosotros mismos, de dejar gravitando en el silencio lo que la renacentista "razón" nos pide -por no retrotraernos al peso oscurantista- dejar sentado en letras.

Inventar o errar, dijo Rodríguez, y de allí se erige lo nuevo que ofrecerá la innovación redentora; pero hasta ahora la dialéctica Libertad-opresión, no nos permite ver, a partir del valor ético negativo (E. Gómez), el panorama explorable en seguridad; se impone como recurso espiritual estratégico la elemental prudencia, antes de ejecutar medidas que frenen de platanazo la dinámica productiva que nos está dando mediana sustentabilidad por medio del trabajo, incluso a riesgo de pérdida que realiza el sector privado; a la espera de que los adalides de la lucha de clases, hoy gobierno, impulsen con determinación, la productividad de las muchas empresas que administran, sin que hasta ahora le podamos ver, como debe ser, el queso a la tostada.
 
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