A la par del avance tecnológico impulsado por el estudio sistemático de la complejidad digital, gracias al cual se puede contar hoy con adelantos impresionantes en casi todas las áreas del quehacer humano, especialmente las disciplinas científicas, la nanotecnología -que permite un abordaje sustancialmente superior a lo que se podía lograr con la realidad sub atómica, entre otros-, la robótica, la comunicación, marcha una visión un tanto nostálgica, a partir de la que toda esta derivación creativa del ser, -pudiéramos decir, genética, de trascender estados primitivos y buscar el confort por medio de la inventiva constante, optimizando las condiciones de existencia-, que por el contrario busca en teoría, retrotraer al mundo, hacia la simpleza perdida quizás a partir de los años en que se inventó la máquina de vapor, y el dinamismo cerebral humano, en ciertas mentes lúcidas, programadas para tales fines, se pobló de entusiasmo para incorporar al mundo los gérmenes de lo que representa hoy el mundo comutarizado. Esta visión nostálgica -que siempre ha estado vibrando en paralelo con la otra-, no ve con buenos ojos que los resultados de la carrera informática, luzcan ostensiblemente, en la regular permanencia de cada persona del mundo, incluso de ellos, quienes no prescinden tampoco de lo que critican-; pero reviste una contradicción sociológica que tarde o temprano se proyectará como anomalía perniciosa, al hacer un balance olístico de dicha dicotomía. Los abanderados del primitivismo, o ruralismo, no sé como pudiéramos denominarlos, ejercen una prédica tajante en contra de la carrera informática, que, aunque probablemente en mínima proporción, siempre va obteniendo adherentes en las nuevas generaciones; por lo que se puede adivinar un futuro similar a lo profetizado hace algún tiempo en el programa "Valores humanos" por el intelectual, visionario, escritor e historiador, entre otras cosas, Don Arturo Uslar Pietri, quien afirmaba que las personas que quedaran al margen de los avances informáticos, como el uso de celulares, computadoras, equipos electrodomésticos, tomógrafos, entre miles de otras cosas, serían los analfabetas del futuro... Esto yo lo veo factible para los adultos que ya tienen una vida hecha, conectados a instituciones que le aseguran el futuro, que tienen pensiones de vejez u otros, pero me luce digno de alertas, cuando quienes son adoctrinados por dicha prédica anti progreso técnico, son las nuevas generaciones, entusiasmadas poderosamente por todo lo que se ha expresado en mejor calidad en las películas, en los procesos educativos, etcétera, es decir la era computacional... Porque la creatividad en todos los órdenes, es propia del ser humano; no nos conformamos nunca con frenar lo que nos genera incentivos desde adentro, para optimizar lo que ya logramos... Si la prédica de los simplistas prospera en alguna medida, el resultado no será personas más sanas, ni más inteligentes, ni nada de eso; sino analfabetas informáticos, subordinados en todo lo que tiene que ver con vanguardia tecnológica, a quienes sí asumieron con seguridad y naturalidad estas maravillas del existir... Mientras un médico vanguardista, podrá, por ejemplo curar diez personas al mismo tiempo desde su casa, por medios digitales, el ruralista todavía estará, no sé, haciendo tediosas y obsoletas operaciones casi que con ramas y otros recursos esotéricos... Es irresponsable la perniciosa prédica anti progreso, como lo veo, que hacen en desmedro de la juventud que estudia informática, u otras carreras tecnológicas, para que volvamos a la era de las cavernas... La familia, estoy de acuerdo, debe incentivar valores humanos, espirituales, de convivencia, donde la mente y el cuerpo puedan expandirse en felicidad, sin que tenga que intervenir, necesariamente un artefacto de última generación, y educar en principios, acerca de la estructura familiar, de respeto, obediencia, valores, etcétera; pero esto nada tiene que ver con un niño que no puede vivir si no es pegado a la pantalla de un monitor o a su inseparable BB; tales anomalías ocurren, porque el núcleo familiar, no supo canalizar al niño adecuadamente; porque hay muchas familias donde la realidad tecnológica se ha insertado de manera no sólo armónica, sino con resultados prácticos extraordinarios.