domingo, 29 de junio de 2014

“CHAO, MADURO” ¿La canción necesaria?


“Escucha San Nicolás, ya te hemos descubierto,
a mí no me engañas más, puedes tenerlo por cierto”;
Gino González.

Las luchas estudiantiles y de soberanía popular en general de los nuevos tiempos, se demarcan por un énfasis grave en el sentido de criticidad que estimulan muchos factores políticos, especialmente, para los cuales la parte oficial no ha ofrecido, en un empeño terco por mantener al país dividido entre amigos y enemigos –por encima incluso de los diálogos con la MUD-, sino la voluntad de fortalecer la dependencia lacaya respecto a nuestros hermanos cubanos, pero no en la tradicional amplitud que se ha tenido siempre desde nuestra raigambre bolivariana erigida en el Discurso de Angostura por nuestro humilde hombre de dificultades, Simón Bolívar, eterno Libertador, con la que abrimos los brazos no sólo a cubanos, sino a colombianos, peruanos, españoles, italianos, haitianos, norteamericanos, africanos, chinos, y más, sino en un evidente entreguismo de nuestra independencia patria, que pisotea sostenidamente los derechos constitucionales de quienes valoramos la herencia emancipadora, heroica –decimos con Eduardo Blanco-, atesorada por siglos en nuestra alma de combatientes patrios, por el imperio en nuestro suelo de una justicia refinada; nuestra Constitución Nacional, no es el producto de un brainstroming de montoneros y anárquicos, como los que deplora Francisco de Miranda en una de sus quejas más resonantes: “…a ustedes lo que les gusta es el bochinche”; es la responsable minuciosidad de orfebres milenarios, de alquimistas de la historia, que rindiendo tributo a la lógica más elemental, y aun por supuesto dotados de las naturales imperfecciones que nos acompañan, han desarrollado un trabajo esencialmente intelectual, acaso desde que Andrés Bello y su sobresaliente sabiduría, como reseñó Arturo Úslar Pietri, entregó sus esfuerzos, junto a otras figuras de similar relevancia, por continuar en las ciencias, en las artes, y otras disciplinas inmanentes a nuestra dinámica ontológica, la labor de trascender espiritualmente desde la barbarie impositiva, macha, hasta las alturas del Ser reflexivo, ecuánime, progresista, equitativo, que relumbró en Europa luego de la etapa medieval, cuando la Revolución Francesa y su impetuosidad erudita, neo clasicista, laboriosamente macerada desde tiempos inmemoriales, estalló en su vanguardista nivel evolutivo, y parió el nuevo tiempo, el Estado Moderno, al que sabemos, repudian desde sus madrigueras sombrías, los devoradores de sueños, los sátrapas de la irracionalidad, los pescadores de incautos e ingenuos, con arteros manejos de la psicología del Ser desprevenido, para asaltar “dictatoriales” la representatividad que en muchos casos les otorgan ciertas coyunturas sociales; se preparan para dominar, para sostener el poder, pero con fines inconfesables; por eso difunden la literatura goebbeliana, maquiavélica, de Thomas Hobb, entre otros, aprovechando las partes que sirven a la retención del poder por caminos sin ética, y atacan con disimulo mientras es necesario los valores sempiternos que ofrece la ritualidad mística.

Los cubanos de Misión Barrio Adentro, a mi entender, son una bendición; así como los instructores de atletas y fisicoculturistas, entre otros; pero no podemos los venezolanos tolerar las públicas reverencias oficiales a la jerarquía política cubana, en términos de oficialidad; la denunciada injerencia militar de agentes cubanos en nuestras fuerzas armadas.

Es notorio que subliminalmente –en cuanto a quienes no procesan con avispado hábito el acontecer propagandístico- se nos ha querido desde un principio clavar la simbología proselitista cubana desde el abierto slogan “Patria, socialismo o muerte”, las iconografías por doquier de Fidel, el Ché Guevara, etcétera, hasta el persistente corazoncito con la bandera venezolana, pero con una sola estrella; ante lo cual, cualquier oposición que más o menos se proyecte con fuerte intencionalidad transformadora, es enfrentada bajo el esquema de contraofensiva de guerra; en donde la inmaculada categoría proteccionista de Don Estado, asume su carácter profano y justifica cualquier “hollada de suelo constitucional” posible; porque, bueno, “El fin revolucionario mismo justifica los medios”.

Así podemos escuchar ciertas canciones radicales, por ejemplo, ante las deserciones que ya se desatan en el segmento oficialista, que nos recuerdan nuestro discipulado rochelero, por aquello de “macho que se respete y tal”, donde desde su “resuello esnú” aconseja mi amigo en facebook  Gino González -pensador “rojo, rojito” y baluarte quinto republicano de la llamada por ellos “canción necesaria”-, a sus lectores en el Correo del Orinoco: “Que en esta guerra económica los que disparan no son francotiradores escondidos. Están ahí a la vista de todos. Yo no sé por qué no les metemos aunque sea una pedrada. Tipo ‘Economía de guerra’”.
Pero qué más economía de guerra quiere Gino, me pregunto, si toda la política económica impulsada desde el poder en los últimos tiempos, ha sido un joropo tramao de plomo parejo al aparato productivo, donde las empresas privadas han sufrido un colapso lapidario que en importantes casos han producido el cierre de las mismas, y las que quedan funcionando están sufriendo los rigores de un alicate desincentivador que nadie puede ocultar; se filtra de manera estricta la entrega de dólares para la adquisición de productos importados, entre otras cosas, y se crean mecanismos que reducen las posibilidades de obtener ganancias rentables y/o sustentables en un mercado con visos de ambigüedad gramsciana altamente inoperantes; muchas empresas que son objeto de privatización caen automáticamente en un estado de crisis que incrementa junto a otros factores perniciosos la precariedad de nuestra solvencia en diversas áreas, dada la proporción del “huecote” fiscal que presenta la Nación respecto a los vaivenes inherentes a la balanza de pagos; por eso no pueden entenderse sus ganas de caerle a pedradas a quienes ejercen democráticamente derechos constitucionales haciendo oposición, sino como una imagen nada poética,  en la línea de aquel facineroso montonero de la película “Los tres amigos” a quien apodaban “el guapo”, que todo lo resolvía, valga la metáfora con “patadas por el culo” constantes y sonantes como aconseja precisamente el autor de “La nalga de la noche”, “Venezuela es una vaca”, y “El socorro es un pueblito”, despachar al San Nicolás al que detesta porque le gusta “pepsi cola y mayonesa”, como le gustan -a juzgar por uno de sus reconocidos videos, a “Dame pa matala”- las hamburguesas y los perrocalientes.

Tal exhortación parece responder al hecho de que nuevos sacudones tormentosos inclinan al Titanic revolucionario, hacia el icberg definitivo donde el pueblo venezolano pudiera estarse despidiendo del Presidente, no con las otrora altisonantes maneras de Gino, sino con la breve expresión que utilizamos por lo común cuando nos despedimos de alguien, así como otorgándole al evento una formalidad un tanto ligth: “Chao, Nicolas”; tal cual como pudiera soltarlo por ejemplo Teodoro Petckoff.

El gobierno realiza sus enroques de costumbre y sale Giordani, quien reacciona epistolar describiendo un listado de irregularidades que a su juicio presenta como raya la presente gestión; golpean Contragolpe despidiendo a Vanessa Davis, una de las piezas comunicacionales pro gobierno que aún ofrecía algunas concesiones a la objetividad chavista; Alberto Aranguibel, curruña humorística de los Roberto, es sacado del aire al momento de analizar la carta antes mencionada; José Vicente Rangel, leo en un Noticierodigital de estos días, señala en desentonado mea culpa abusos en los procesos de expropiación ejecutados por la oficialidad; en el artículo del articulista carabobeño Luis Cubillán, me parece entender que la gente de Aporrea también marcó distancia respecto a la tendencia actual del rumbo revolucionario.

Canto en Caripito con mis panas “Aturdido y abrumado” de José Feliciano, y por más que me lo expliquen, hasta con plastilina, no logro asimilar que en el instante pueda existir una canción más necesaria que la que me baña de sabor a vida, frente a una copa de vino, y sardinitas fritas, con casabe.




 
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