A: amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos; a ser humildes; a ser mansos como palomas y astutos como serpientes; a esforzarnos y ser valientes; a ser pacientes; a perdonar; a amar; a tener gozo y contentamiento; a entrar en su lugar de reposo; a ir a él los que estemos cansados de nuestros trabajos y cargas porque él nos hará descansar; a no pagar mal con mal; a vencer con el bien el mal; a no ser hipócritas; a vencer con la fe el temor; a no juzgar; a ser amigo de Dios y no del mundo; a estar unido a él; a comer el pan de vida (leer la Biblia) y tener fe (tomar de su sangre) para permanecer unido a él; a dejar que los niños vayan a él; a tener una fe capaz de mover montañas; a no dudar del poder de Dios; a esperar confiado el momento de la cosecha de nuestra buena siembra; a sembrar la semilla de su palabra, sin interés luego en regarla, o recoger la cosecha; a predicar su palabra, porque la mies es mucha y los obreros son pocos; a alejarnos del pecado; a no buscar lo nuestro; a no ser avaro, ni jactancioso, ni glotón, ni egoísta, ni grosero; a tener esperanza, poder, aguante; a no temer a los que matan el cuerpo, sino a los que matan el espíritu; a ayudarlo a sanar no a los que están sanos, sino a los que están enfermos, porque esa es su misión en el mundo; a no creer que los caminos de Dios son anchos, sino angostos y difíciles –muy pocos, dice, los encuentran- a no preocuparnos por lo que vamos a comer, ni vestir, porque Dios, que es nuestro Padre y nos ama, y no nos daría una culebra cuando le pedimos un pan, está pendiente de nosotros, y si a las aves que no hilan, ni tejen él las viste con los colores y plumajes más hermosos que no hará por nosotros; a buscar PRIMERO el Reino de Dios y su justicia, porque lo demás vendrá, entonces, por añadidura; a no resistir el mal; a dejar que las cosas viejas pasen, y abrir los ojos a un nuevo amanecer con la mente centrada en lo que nos aleje de los que nos dañó, lo que nos dolió, lo que nos decepcionó; a estar siempre unido a él en oración, en adoración, en la ayuda al prójimo, en la visita al enfermo, al preso, al hambriento, al sediento; a ser perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto; a ser luz del mundo y sal de la tierra; a ser imitadores de él –por tanto a no aceptar honores que vengan de los hombres-; a reír con los que ríen, llorar con los que lloran; a ser luz del mundo y sal de la tierra porque la sal que deja de estar salada no sirve sino para que la boten a la calle; a levantar y no esconder nuestra luz cristiana, para que alumbre al máximo; a gritar desde las azoteas de las casas lo que él nos dice en secreto; a no creernos buenos, porque ni siquiera él mismo se catalogó a sí mismo como bueno –bueno sólo es el Padre que está en los cielos (dijo)-; a aceptarlo a él como nuestro Señor y Salvador para gozar de la gracia de Dios; a orarle al Padre con el Padre nuestro; a no hacer acepción de personas; a gozarse más por una oveja extraviada que vuelve al redil, que por las que ya están seguras dentro de éste; a saber que somos salvos por fe y no por obra, para que el que tiene obras no se crea mejor que el que no tiene –para que nadie se gloríe-, pero a estar conscientes de que la fe sin obras es muerta. A entender que su Reino no es de este mundo, pero también que su Reino ya está activo entre nosotros; a luchar incansablemente por el galardón que Dios preparó para nosotros desde el principio de los tiempos; a creer que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. A entender que si no perdonamos a los demás, tampoco él nos perdonará a nosotros, porque no sería justo; a saber que tenemos que ser como niños; y mucho más…………………………………. Dios nos bendiga.
miércoles, 13 de abril de 2011
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