sábado, 28 de septiembre de 2013



HOLA, SOLEDAD


Pablo J. Fierro C.

“Soledad yo soy tu amigo; ven y vamos a charlar”.
“Hola Soledad” cantada por Rolando la Serie.

Desde hace años, me topo en Notitarde, con un espacio para la lectura al que administra con consistentes dotes para desarrollar ideas, análisis, opiniones, y todo el conjunto de variables necesariaspara escribir artículos, alguien que si mal no recuerdo, es periodista.

Digo que escribe bien; excelente uso de la gramática y un vuelo poético particular.

A Soledad Morillo de Belloso, no la conozco sino, así; sus letras y pensamiento, antes más o menos comprometidos con el quehacer político, y ahora, un tanto más filosófica; pero siempre brindando en cada entrega, la manifestación de que cuando nuestra mirada recorre en vertical las estructuras ideográficas que su intelecto recurrentemente aporta al debate cotidiano, hurgamos en las inquietudes ciudadanas de una mujer perspicaz, avisada;aventajadamente preparada desde el punto de vista técnico -sin dejar de observar lo académico, y/o espiritual; y/o ideológico-y sobre todo, portadora de una apreciable cultura democrática; nos habla desde su tinta, de alguien a quien el tiempo pretérito dirigió con mano paternal, por senderos lumínicos donde los corpúsculos mayoritarios revelaban acendrados valores para forjar libertad, justicia, mayor suma de felicidad posible, razón, etcétera…En ella, sin dudas, están Rousseau, Bolívar, Martí, la generación del veintiocho… Gallegos, Andrés Eloy Blanco…

En “Santo remedio”, su dominical más reciente, aborda el tema religioso; una de mis más apreciadas obsesiones.

Soy escéptico para todo, menos para la creencia en Dios; creo hasta ahora, que es la única manera de ganarme el cielo. Uno debe torear, frente a los cachos del “mundo”, insinuaciones que aluden categorías de “fanático”; asunto que por sí solo, incomoda bastante.

Soledad Morillo, se reconoce a sí misma, en estas áreas del conocimiento, como una católica no de esas “ortodoxas”, sino por el contrario, “de poca persignación”; es decir, pudiera pensar uno, también un tanto perspicaz, de esas y esos para quienes su “sí”, no siempre pudiera ser “sí” y su “no” no siempre pudiera ser “no”; esto lo entienden rápido, sobre todo quienes tienen “ojos para ver y oídos para oír”, pero indica en definitiva que Dios no nos quiere tibios, nos quiere “ortodoxos”; entendemos la ortodoxia como el “apego a los principios”.

Hablar de un católico “de poca persignación”, es hacer referencia a aspectos formales que en verdad no tienen mayor importancia, porque en términos “ortodoxos”, “el árbol se conoce por sus frutos”; o sea que si no me persigno, pero cumplo con mis deberes de fe, no hay problema; pero hablar de un católico “no de esos ortodoxos”; es sencillamente estar en la presencia de alguien que pudiera pasarle al prójimo en necesidad urgente o no, por un lado, y hacerse, como decimos los orientales, “el de Río Caribe”; o sea, recordemos al Padre José María Rivolta, el que “cumple y miente” –explicando él la palabra “cumplimiento”-; no digo que Soledad –permítaseme la comunicación informal-, “cumpla y mienta” a ultranza, o que pudiera hacerlo eventualmente-; lo dicen sus propias palabras.

Mi balance acerca de “Santo remedio”, para no extenderme mucho, es que en líneas generales, ofrece elementos para considerar que en general, edifica; y eso, en mi opinión, es lo más importante; reconociendo ella con sinceridad que se le aplaude,su forma de asumir la religiosidad;ofrece al público una amable exhortación a sintonizarse, en definitiva, con los más elevados valores de formación civilizatoria; tanto desde el punto de vista del judaísmo, como del cristianismo. Pecado o delito, lo importante es vivir en armonía con el prójimo y con las autoridades.

Pero, disiento un poco de la forma en que, con un pie adentro y otro afuera de “la verdad”, se manejan displicentemente, esos asuntos, sin duda sacrosantos, para quienes valoramos un mundo sin anarquía, asociando el hecho de la fe, con la nomenclatura publicitaria, mercadotécnica, dada la intencionalidad estratégica-comercial del campo profesional mencionado: “Allí se quedaban hasta el fin del mundo y cuando todos resucitáramos –porque esa es la gran promesa básica*- pues los bebitos se nos unían y todos felices como perdices-“.

Claro que no se le puede pedir peras al olmo; cada quien se desenvuelve desde su propio nivel de conciencia, y eso tiene que ser así en un mundo donde “el silencio es enemigo de la democracia” (SMB); gracias a Dios no estamos obligados, en democracia, a callar, “aun cuando seamos culpables”, dijera Bolívar.

Soledad, dice, o así entendemos, que sólo hay un cristianismo: el católico.

Creo que está equivocada.

Mi afecto, y mis saludos.

*Subrayado nuestro.








miércoles, 4 de septiembre de 2013



Aproximación tardía 
a la posibilidad de que Wladimir Zabaleta entienda un cuadro mío

Pablo J. Fierro C.

Vi por última vez al artista plástico valenciano que acaba de marcharse rodeado de peces y meninas, Wladimir Zabaleta, ejecutando deconstrucciones en pequeño formato, de la mano del dibujo y objetos "fáciles" -creo que vale-, y ofreciendo a una copada sala de los espacios del Diario "El Carabobeño", un sereno discurso acerca de algunos aspectos que le gustó comentar.

Mucho tiempo antes, tuvo en mis manos un cuadro mío, escogido entre otros dos, creo, al que esta vez gustó adquirir dejándome una frase que sentí algo desconcertante: "No sé qué quisiste hacer aquí, pero me gusta" -algo así.

Para la época, hurgaba yo, quizás contrariamente, en "constructos" abstractos. Me complacía en estructurar masas cromáticas de cierta difusa homogeneidad, aplicando trazos lo más sueltos posibles, en contextos de bases plásticas de tendencia casual, que en conjunto dejaran satisfacción a mis propias expectativas, pero que se ajustaran todo lo que pudieran, a códigos de composición y de armonía de color, más o menos universales.

Quise en esa obra hacer más o menos eso, señor del arte, Wladimir Zabaleta.

Dije "desconcertante", porque no esperaba que alguien de su talla, acaso por humildad, confesara sin reparos ignorar los búsquedas de alguien como yo, que aquel día, esperaba encontrarme un poco, en sus palabras.

Hoy, con la simpatía que puede sentir un hombre que ha pintado con algún considerable nivel de pasión, hacia quien brindó constancia y logros en concreto que por sí mismos son una escuela, sin necesidad de hablar; bueno, le doy las gracias por su colorido impactante. Yo, lo siento grande.

En el restaurante "Perecito", ya a no mucho de que otra cosa lo sustituyera, acabaría yo de engullir un bisteck encebollado, y me apenó ver al maestro Braulio Salazar y señora ante la posibilidad de tener que esperar por que alguna mesa se desocupara para disfrutar del almuerzo. Apuré los restos de un refresco y los llamé; y ellos agradeciéndome el gesto, se sentaron.

Son detalles que me agrada recordar; gente que hace cosas extraordinarias y haber podido conocerlos, y no sólo eso, sino además tener algún tipo de grata y amable interconección.

A la ya anciana pareja, les ofrecí una mesa; a Wladimir Zabaleta le extiendo esta aproximación tardía a la posibilidad de entender un cuadro mío.
 
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