martes, 9 de octubre de 2012


¿Por qué Luis Chating habla rapidito
como si fuera un tipo pilas?

Pablo J. Fierro c.


En estos días venía yo escuchando radio, o sonaba cerca de mí un televisor, o me encontraba en viaje astral, qué sé yo; y noto en cierto instante que el sonido proveniente de aquello que ocupaba mi atención, bien artefacto electrónico o bien fenómeno del inconsciente, era una precipitada voz de locutor gringo que hablaba como Luis Chataing; claro, ni tan Luis Chataing, porque habalaba en inglés, y carecía del aurea de famoso latino que en nuestros predios identifica al locutor chistoso que habla rapidito como si fuera un tipo pilas porque seguramente lo es (tanto parecido a la autenticidad, estimo, no pude estar equivocado).

Y me pregunté si es que Luis Cataing tiene esas carcaterísticas fonéticas y de estilo, porque trata de no ser él, para ser como locutores tipo “el anglosajón de turno en este texto”.

Puede que no sea esto, pero sí debe haber una relación de tipo cultural, dada por aspectos de Chataing, a quien no conozco, demarcadas por etapas infantiles o adolescentes de mucha natural compenetración con programaciones radioeléctricas o televisivas circunscritas a zonas geográficas foráneas, específicamente norteamericanas, o inglesas, no sé, determinadas por una frecuente exposición de órganos auditivos –léase oídos en buen estado-, y/u otros centros psicosomáticos de atención que por dicha afinidad geográfica, pordujo un condicionamiento conductual propiciatorio de la forma de expresión a la que Chataing nos tiene acostumbrados en su desenvolvimiento a través de los medios.

O quizás no es nada de esto y estoy simplemente meando fuera del perol.

Pero voy a darle algún sentido a estas elucubraciones definitivamente extraviadas en un altamar de desgano, organizando el acimut de mi balsa literaria, según una ocurrencia súbita en mis adentros que tiene que ver con el Conde del Guácharo.

Es la siguiente:

El estilo del Conde, es diametralmente opuesto al de Chataing, y quizás menos elitesco o sifrino -para no redundar en adjetivos-, pero no tan exitoso –sospecho que el Conde ha tenido una suerte crematística, mucho más inflamable que la del “alma gemela comercial” de Erika de la Vega.

Pero incluso en el caso de que Chataing, desmintiendo mi hipótesis, haya acumulado en su carrera, más “real” que el conde, el punto que quiero destacar es que ambos han tenido el éxito artístico que han tenido, porque independientemente de sus estilos, supieron digerir de alguna manera la materia prima que actuaría en simultaneidad con el aspecto formal que proyectan: los rudimentos teórico-prácticos que le dan a sus performances el potencial sensibilizador valioso, o valor de uso, que conmueve a sus espectadores.

En otras palabras, Cataing no es un vergatario porque habla rapidito como si fuera un tipo pilas, aunque esto pueda ser parte de lo que su público busca en él; no; lo que pasa es que Chataing, ha estudiado los aspectos globales relacionados con el producto que vende, adecuado a su perfil personal, y posisionado en un mercado que responde a dicho conocimiento y dicho perfil; o viceversa.

El Conde tampoco es un pedejito con sombrero de cogollo haciendo ridiculeces –aunque pudo haberlo sido en algún momento de sus pininos humorísticos, o jodedorísticos, en su caso-.

En la más reciente película de Benjamín Rausseo, El Conde Bond, sátira criollizada del 007 gringo, actúa Levy Russel el creador del personaje de Musipán, cuyo intérprete ha sido hasta candidato presidencial. Levy Russel fue, además, tengo entendido, profesor de teatro del cómico monaguense orgullo de la comicidad venezolana junto a Joselo, y otros talentos que no nos dejan huérfanos a los venezolanos, a la hora de abordar en un contexto internacional la representación latinoamericana de la risa, donde han destellado personajes como Cantinflas, el gordo Porcel –de Argentina-, y otros que no percibo en este momento.

La juventud suele ser un tanto temeraria en sus intervenciones públicas, incluso careciendo de estudio en áreas que requieren sapiencia para cumplir un papel sustentable desde el punto de vista de una aceptación seria por parte de los espectadores; eso es una especie de cuestión inevitable de la que no es fácil escapar. Con sólo atisbos de talento para la consagración del pan y el vino, queremos ser a menudo más papista que el papa; y apenas si tocamos campanillas de monaguillo con una métrica descompasada, que hacen pasar pena ajena y propia a los curas de parroquia.

Un Chataing sin conocimiento, es tan sólo un tipo alto que habla rapidito como si fuera un tipo pilas, pero sin el genio de quien todas se las sabe.

En cambio, cualquier persona normalita que se valore a sí misma, y que posea el conocimiento para enfrentar retos gloriosos en cualquier actividad, se enrumbará directamente al éxito. Con la seguridad que da el saber, asociado a una musculatura ética; porque no es sólo aprender un oficio, sino procurarse también el complemento infaltable para una interacción colectiva, signada por la asertividad exitosa.








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