¿Por qué Luis Chating habla rapidito
como si fuera un tipo pilas?
como si fuera un tipo pilas?
Pablo J. Fierro c.
En estos días venía yo escuchando
radio, o sonaba cerca de mí un televisor, o me encontraba en viaje astral, qué
sé yo; y noto en cierto instante que el sonido proveniente de aquello que
ocupaba mi atención, bien artefacto electrónico o bien fenómeno del
inconsciente, era una precipitada voz de locutor gringo que hablaba como Luis
Chataing; claro, ni tan Luis Chataing, porque habalaba en inglés, y carecía del
aurea de famoso latino que en nuestros predios identifica al locutor chistoso
que habla rapidito como si fuera un tipo pilas porque seguramente lo es (tanto
parecido a la autenticidad, estimo, no pude estar equivocado).
Y me pregunté si es que Luis
Cataing tiene esas carcaterísticas fonéticas y de estilo, porque trata de no
ser él, para ser como locutores tipo “el anglosajón de turno en este texto”.
Puede que no sea esto, pero sí
debe haber una relación de tipo cultural, dada por aspectos de Chataing, a
quien no conozco, demarcadas por etapas infantiles o adolescentes de mucha
natural compenetración con programaciones radioeléctricas o televisivas
circunscritas a zonas geográficas foráneas, específicamente norteamericanas, o
inglesas, no sé, determinadas por una frecuente exposición de órganos auditivos
–léase oídos en buen estado-, y/u otros centros psicosomáticos de atención que
por dicha afinidad geográfica, pordujo un condicionamiento conductual
propiciatorio de la forma de expresión a la que Chataing nos tiene acostumbrados
en su desenvolvimiento a través de los medios.
O quizás no es nada de esto y
estoy simplemente meando fuera del perol.
Pero voy a darle algún sentido a
estas elucubraciones definitivamente extraviadas en un altamar de desgano,
organizando el acimut de mi balsa literaria, según una ocurrencia súbita en mis
adentros que tiene que ver con el Conde del Guácharo.
Es la siguiente:
El estilo del Conde, es
diametralmente opuesto al de Chataing, y quizás menos elitesco o sifrino -para
no redundar en adjetivos-, pero no tan exitoso –sospecho que el Conde ha tenido
una suerte crematística, mucho más inflamable que la del “alma gemela
comercial” de Erika de la Vega.
Pero incluso en el caso de que
Chataing, desmintiendo mi hipótesis, haya acumulado en su carrera, más “real”
que el conde, el punto que quiero destacar es que ambos han tenido el éxito
artístico que han tenido, porque independientemente de sus estilos, supieron
digerir de alguna manera la materia prima que actuaría en simultaneidad con el
aspecto formal que proyectan: los rudimentos teórico-prácticos que le dan a sus
performances el potencial sensibilizador valioso, o valor de uso, que conmueve
a sus espectadores.
En otras palabras, Cataing no es
un vergatario porque habla rapidito como si fuera un tipo pilas, aunque esto
pueda ser parte de lo que su público busca en él; no; lo que pasa es que
Chataing, ha estudiado los aspectos globales relacionados con el producto que
vende, adecuado a su perfil personal, y posisionado en un mercado que responde
a dicho conocimiento y dicho perfil; o viceversa.
El Conde tampoco es un pedejito
con sombrero de cogollo haciendo ridiculeces –aunque pudo haberlo sido en algún
momento de sus pininos humorísticos, o jodedorísticos, en su caso-.
En la más reciente película de
Benjamín Rausseo, El Conde Bond, sátira criollizada del 007 gringo, actúa Levy
Russel el creador del personaje de Musipán, cuyo intérprete ha sido hasta
candidato presidencial. Levy Russel fue, además, tengo entendido, profesor de
teatro del cómico monaguense orgullo de la comicidad venezolana junto a Joselo,
y otros talentos que no nos dejan huérfanos a los venezolanos, a la hora de abordar
en un contexto internacional la representación latinoamericana de la risa, donde
han destellado personajes como Cantinflas, el gordo Porcel –de Argentina-, y
otros que no percibo en este momento.
La juventud suele ser un tanto
temeraria en sus intervenciones públicas, incluso careciendo de estudio en
áreas que requieren sapiencia para cumplir un papel sustentable desde el punto
de vista de una aceptación seria por parte de los espectadores; eso es una
especie de cuestión inevitable de la que no es fácil escapar. Con sólo atisbos
de talento para la consagración del pan y el vino, queremos ser a menudo más
papista que el papa; y apenas si tocamos campanillas de monaguillo con una
métrica descompasada, que hacen pasar pena ajena y propia a los curas de
parroquia.
Un Chataing sin conocimiento, es
tan sólo un tipo alto que habla rapidito como si fuera un tipo pilas, pero sin
el genio de quien todas se las sabe.
En cambio, cualquier persona
normalita que se valore a sí misma, y que posea el conocimiento para enfrentar
retos gloriosos en cualquier actividad, se enrumbará directamente al éxito. Con
la seguridad que da el saber, asociado a una musculatura ética; porque no es
sólo aprender un oficio, sino procurarse también el complemento infaltable para
una interacción colectiva, signada por la asertividad exitosa.