Pablo J. Fierro C.
Me mantuve largo rato, considerando la idea de retornar; desde mediodía hasta casi la llegada del atardecer. Luego concluí que había estado desandando un camino inútil; otras veces me pasó, y ahora tropezaba con la misma piedra; "¿retornar?", lo siento... no.
Ya le había planteado al ambiente grisáceo, el desafío de soportarme, él, a la intemperie;
Sería cerca de las seis y media -la hora en que la última de las gaviotas se dispara hasta la nube más lejana-; en ese momento lo vi claro: lo que debo hacer, sin ningún tipo de vacilación es regresar; tomar de nuevo el camino pedregoso que me trajo hasta el instante a enfrentarme con la roca de acero por la que detuve el paso; ya hace más de un año estoy aquí, estancado en un punto poco atractivo para quienes han soñado libertades en los colores más luminosos del infinito...
Si regresara, quizás encontraría refritos para el consuelo, tratándose de mí y mi atrofiada capacidad para ofrendar rituales a la desmemoria...
Sí -afirmé tendiendo la mirada a la planicie marchita bajo mis huellas muertas-.
Más tarde llegó la noche, y me distraje atizando una fogata que encendí sólo para pasar el tiempo; luego la llené de tierra; gocé sin proponérmelo, viéndola oscurecer bajo el mojado alud de mi absurdo sin sentido...
Desperté con ganas de tomarme el café que había dejado al lado de la cama, en el piso, ayer...
Eran las siete de la mañana -por lo que me había confesado el fiel reloj; centinela de altura en alguna pared donde discurre-... ...y observé la realidad incierta que se abalanzó sobre mí, apenas la conciencia se asomó en la cuenca vertiginosa de lo que llegaba con la luz...
Que broma -me dije-; ni retorno ni regreso; de nuevo anclado aquí...
No lo digo por subestimarme, o hacerme la víctima; cada idea que me acompañe en adelante, en medio de mis divagaciones sin destino, mi obtusa introspección poblada de propósitos para dar el salto en el vacío que significa cambiar de escenario, conlleva la convicción, de que nadie en mi situación encontraría más alternativa, que imitar mi conducta casi que exactamente en todo; lo digo sencillamente porque me conozco; al final, ténganlo por seguro lo que tendré que hacer, por encima del tiempo perdido, ayer y ahora, será volver... A estas alturas no creo que valgan más burdas estratagemas para la ruda inercia.
"Volver"... resonó en mis adentros... era masticar sin querer algo amargo...
Volver... volver... -Di un primer paso contra el futuro- ...Volver -insistí; rumiando-... Añoré un sacudón de brisa...
Volver...
...Se lleva tu pegajoso sudor aplastado contra un fogaje indolente.
Ya le había planteado al ambiente grisáceo, el desafío de soportarme, él, a la intemperie;
Sería cerca de las seis y media -la hora en que la última de las gaviotas se dispara hasta la nube más lejana-; en ese momento lo vi claro: lo que debo hacer, sin ningún tipo de vacilación es regresar; tomar de nuevo el camino pedregoso que me trajo hasta el instante a enfrentarme con la roca de acero por la que detuve el paso; ya hace más de un año estoy aquí, estancado en un punto poco atractivo para quienes han soñado libertades en los colores más luminosos del infinito...
Si regresara, quizás encontraría refritos para el consuelo, tratándose de mí y mi atrofiada capacidad para ofrendar rituales a la desmemoria...
Sí -afirmé tendiendo la mirada a la planicie marchita bajo mis huellas muertas-.
Más tarde llegó la noche, y me distraje atizando una fogata que encendí sólo para pasar el tiempo; luego la llené de tierra; gocé sin proponérmelo, viéndola oscurecer bajo el mojado alud de mi absurdo sin sentido...
Desperté con ganas de tomarme el café que había dejado al lado de la cama, en el piso, ayer...
Eran las siete de la mañana -por lo que me había confesado el fiel reloj; centinela de altura en alguna pared donde discurre-... ...y observé la realidad incierta que se abalanzó sobre mí, apenas la conciencia se asomó en la cuenca vertiginosa de lo que llegaba con la luz...
Que broma -me dije-; ni retorno ni regreso; de nuevo anclado aquí...
No lo digo por subestimarme, o hacerme la víctima; cada idea que me acompañe en adelante, en medio de mis divagaciones sin destino, mi obtusa introspección poblada de propósitos para dar el salto en el vacío que significa cambiar de escenario, conlleva la convicción, de que nadie en mi situación encontraría más alternativa, que imitar mi conducta casi que exactamente en todo; lo digo sencillamente porque me conozco; al final, ténganlo por seguro lo que tendré que hacer, por encima del tiempo perdido, ayer y ahora, será volver... A estas alturas no creo que valgan más burdas estratagemas para la ruda inercia.
"Volver"... resonó en mis adentros... era masticar sin querer algo amargo...
Volver... volver... -Di un primer paso contra el futuro- ...Volver -insistí; rumiando-... Añoré un sacudón de brisa...
Volver...
...Se lleva tu pegajoso sudor aplastado contra un fogaje indolente.