“Soy tan sólo una brizna de paja en el huracán revolucionario”.
Hugo Rafael Chávez Frías.
“Tres Victorino para una sola violencia”.
Slogan de la película “Cuando quiero llorar no lloro” basada en la novela homónima de Miguel Otero Silva.
Estos son como quien dice, escritos a “media lengua”; porque surgen de un Yo bastante desinformado; si en su momento hubieran trascendido a nivel de ley aquellos trazos insustanciales, a saber, que la magistrada de la Corte Suprema de Justicia, quien aventuraba propuestas para moderar el contenido de cuanto se dijera a vox populi por cualquier medio, seguramente quien escribe hubiera sido objeto de algún tipo de penalización asociada al pago de una multa, un año sin hablar, o casa por cárcel durante un periodo determinado; porque dicha ley prácticamente ofrecía posibilidad de “libertad de expresión” tan sólo a quien tuviese autoridad académica y/o profesional en los temas que se estuvieran tratando, y ¡ay! si te equivocabas diciendo algo que no se ajustara a lo que algún tribunal supervisor –suponemos habría de habilitarse-, o la misma Corte Suprema, aprobara como aceptable, porque sino te saldría (en aquellos tiempos era `alicate’), en estos tiempos de presidencialismo “dúplex”, o “conteo irreversible” rayano en la vacilación de ilegitimidad normalmente sostenida por sectores de oposición, se define desde la cúspide gubernativa como “el gancho”.
Del tema “política nacional” me empapo regularmente, en estos recientes tiempos, no por radio, televisión o periódicos, sino por fuentes algo más incómodas o infrecuentes, como un taxista que acepta compartir activamente tus chácharas trasnochadas, un titular que captaste visualmente por ahí en un kiosko de periódicos, alguien que comentó a lo “radio bemba” cualquier detalle relacionado con la política cambiaria y los estragos del llamado ahora por algunos el dólar “que te conté”, mientras el empresariado espera sacar al país adelante, pugnando por acuerdos que le devuelvan la posibilidad de apertrecharse en inventario, a fin de reiniciar con todas las de la ley, la sinfonía de las importaciones y las exportaciones, desde una posición más favorable.
Hablar de “3 Maduro”, es referirse al nuevo Presidente de la República Bolivariana de Venezuela –pese a que desde las máximas autoridades políticas del país (obviando el tufo a ilegitimidad que algunos propugnan)-, y enfocar varias perspectivas desde donde analizar, digamos en estos primeros “rounds” de estudio –yo ente participativo de la ciudadanía, él Presidente- quién es Nicolas Maduro. Bien, y sigamos hablando de él ya dentro de los ítems correspondientes:
MADURO 1
¿Personaje o personajillo?
Salvo el país de comiquita, todo ciudadano espera que su Presidente no sea nadie merecedor de gancho, alicate ni nada que se le parezca; podemos agregar “torniquete” –no sé muy bien qué es, pero suena a algo que también aprieta-; el tipo de herramientas que gustan poner en las películas, a falta de una mano, como sustituto de la misma, al personaje maligno que suele asustar a Peter Pan cuando éste se propone regresar a sus raíces temerarias, al rescate de lo perdido; sí, lo mientan “el garfio”.
En vida del ex Presidente Hugo Rafael Chávez Frías siempre vi a Maduro ejerciendo las tareas de corte oficial que se le encomendaban, como un personaje disciplinado, moderado, ponderado, amable, ecuánime, y por ahí. Tal vez habría algún momento de leve desafuero, pero no creo que haya sido algo significativo –haciendo excepción de la actitud violenta que se le atribuye mediante argumentos gráficos en el caso de Puente Llaguno, el día de la marcha “que te conté” -disculpad, es el espíritu de estos días en que el discurso ha devenido, después de otroras pasajes en que ciertos aspectos se dirimían con eructos y referencias de urgencias intestinas si se perdía una elección; en lo que pudiéramos mencionar como un “ritornello” a la oficialidad neo escatológica, vibrante apenas días atrás, en la célebre exclamación de un alto personero revolucionario que nos exhorta regañón, a optar, no entre vencer o morir como el Prócer, vestido, de La Victoria, José Félix Rivas, sino entre “Patria o papetualé”; concomitante a otros eventos de “suprema” irreverencia, a la manera de las “próceras desvestidas” de un desfile patrio reciente, o de algún carnaval de Río de Janeiro pretérito (aún no hay exacta claridad sobre el asunto); lo de “supremo” también tiene su historia; ustedes saben, ya el hombre no es Jesucristo, Bolívar… -habrá que pensar en una Constituyente para abolir de una vez lo de “bolivariano”; fíjense…
Cristo marcha segundón en un crucifijo que en épocas electorales sale a relucir en alguna mano de candidato (¿si Chávez es el supremo, qué es el otro?); y Bolívar, ya vimos en las recientes iconografías del acto militarista, que aparece de refilón en un segundo plano, mientras el otro “yo” presidencial, el “plugin”, el complemento del Presidente “irreversible” –como se deduce de la evocación al término utilizado por la Rectora Tibisay Lucena-, resalta en primer plano ofreciendo la parte emotiva de la que parece adolecer, en su aspecto agradable-jocoso, la estructura “audiovisual”/mediática de Maduro. Pero quizás haya sido los nobles atributos enumerados, antes de la digresión, los que valoró el finado integrante del “Juramento del Samán de Guere”, nacido en Sabaneta de Barinas, a la par de cualidades de estadista a lo “chavismo del Siglo XXI”, que igualmente habrá sentido como parte integral de aquel a quien vio como el único, o el primero, que tenía ante el anticipado infortunio, los atributos para parapetear los entuertos nacionales; aquí nadie se haga esperanzas –si creyó en Chávez a pie juntillas-; para él mismo, ninguno tenía jerarquía suficiente para alcanzar la estatura del heredero de Maisanta; la mayoría no era más que un atajo de ineficientes que le echaban a perder la tarea de convertir a Venezuela en “tierra prometida”; hasta la propia identidad debían sacrificar todos para que esta planicie ejida, de insulsos, se convirtiera algún día, quién sabe dentro de cuántos milenios después, en algo parecido a una patria. Tú no eres Maduro, tú eres Chávez.
Lo que es igual no es trampa, decimos nosotros los venezolanos; y el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, con carácter de irreversibilidad –Tibisay Lucena dixit (mas no Díaz)-, amenazó con el gancho a cierto “personajillo” que andaba por ahí, imagino yo, como con ganas de equivocarse en algo. Así las cosas, uno que apenas está estrenando presidente, siente igual derecho a estar “ojo avisor” por si al ex chofer del metro, con todo respeto lo digo, en vez de venirle a uno con los lanzamientos que permite “el librito”, se le ocurriera lanzar una “raboecochino” de esas “non sanctas” del tipo dictadura adentro que arrazan sin tapujos con Cartas Magnas, “notables”, ongs, y más, abolidas “por estas calles” –Ibsen Martínez/Giordano-, desde “hace mucho tiempo ya” –Los tres tristes tigres-, por las conciencias democráticas que “se nos sembró en el alma” –Neruda-, para la evolución civilizatoria nuestra. “Los derechos humanos, estúpido”, diría el otro, o (George Bush”).
El primer Maduro me desconcertó. Ahí si estaba yo frente a un televisor, como Dios manda, escuchando alguna alocución desde el balcón del pueblo, en horas cercanas a su triunfo electoral al que algunos consideran ilegítimo.
Lo primero que pensé fue en una invasión extraterrestre; alguna avanzada victoriosa de las huestes celestiales bíblicas, posesionándose de personajes claves, al punto de transformar, con algún propósito que desconozco, el timbre vocal, el tono, la impostación, y cuánto término alusivo a la actividad de nuestro sistema sonoro pueda intervenir; la tesitura, el escarranchamiento, etc… (Yo también me calé las pedagógicas sesiones del maestro del canto Carlos Almenar Otero en “Cuanto vale el show”).
Maduro como “hijo de Chávez”. Chávez decía: “Yo no soy yo, yo soy un pueblo”; el actual Presidente, reconoce: “Yo soy hijo de Chávez”, “Yo soy Chávez”, “Yo no soy yo”.
Uno se remite de inmediato a aquella comiquita que acompañaba a Avivato y Ramona en El Nacional, o Universal, no recuerdo –aunque igual se me cayó la cédula-, denominada “El otro yo del Dr. Merengue”; se trataba de un personaje absolutamente sobrio y bien educado cuya personalidad resplandecía en los ámbitos de la alta sociedad donde se desenvolvía, pero que a ratos se desdoblada por algún hecho circunstancial, y se convertía en el propio desgraciado indeseable que nadie quiere ver a mil metros a la redonda al momento de festejar el acto de grado de alguna hija adolescente, sino bien vapuleado y avergonzado, si es posible desnudo, en el confinamiento de patíbulo que puede constituir en un momento dado la más degradante butaca de talk show suramericano, y Laura Bozo botando piedra, con ganas de extraditarlo al mismo infierno.
Son apreciaciones insustanciales; es decir, el venezolano en general espera que cada nuevo presidente venga a gobernar para todos; Chávez tenía esto bien claro; al menos para utilizarlo comunicacionalmente: “Presidente, esta revolución suya, chavista misma, pues, de usted…”; pero, bueno, chico, jeje, ¿tú eres loco…?... el compatriota se la da de jodedor… no vayan a creer… “jodedor” yo creo que no es grosería, ¿qué dices tú, Lina?, jeje… no, tú sabes que Uslar Pietri demostró que “pendejo” no era grosería; y yo creo que “jodedor” es menos grosería que lo que era “pendejo” antes… ¿no es así, Aristóbulo?, jeje... no compatriota, esta revolución es Bolivariana, Santanderiana, Robinsoniana, Cristiana, Guevariana, Martiana, Marxiana…”…
Empieza Maduro a ponerse brazaletes tipo Hitler… el otro, de Italia, Mussolinni, y tal; vercia, dice uno; debe ser alguna estrategia subliminal…
Pero se nos va quedando la impresión del que el hombre le huye a la idea de proyectar su propia personalidad; empieza a recordar la foto donde sale con su esposa y un grupo de devotos de Sathya Sai Baba, y piensa, pero, bueno, ¿y cómo es la cosa?... evoca uno, que no ha viajado tan lejos pero ha leído, uno de los preceptos más puntuales del polémico avatar hindú: “Adhiéranse a su propia naturaleza”; es algo controversial, para mí, pero… si visitas desde Venezuela a Sai Baba se supone que debes tener algún conocimiento previo de él…
¿O es que el anterior Maduro, digamos que la mano derecha del presidente Chávez, era en realidad el que no era?
El primer Maduro –diría Barrera Tyszka- “es una incógnita”; es natural; un mundo, o escenario de masas, visto como “mercado”, desde una visión estadística, debe ser abordado bajo los propósitos de sensibilizarlo, moldearlo, adaptarlo a situaciones, etcétera, con un criterio de estratega. Esto justificaría los desplantes de despersonalización del señor Nicolás Maduro, líder de todos los venezolanos, en pro no de los ideales del líder extinto, señor Hugo Chávez, sino, evidentemente de la persona Hugo Chávez; con todo respeto; de esa sacralización de quien vendió pequeño esos dulcitos que por él conocimos llamados “araña”, no se salva, al parecer, ni la morrocoya que cuidaba su hija menor.
O sea, mis primeras observaciones a Maduro, sin sentirme yo mejor que él, me lo mostraron más como “personajillo” que como personaje hecho y derecho; porque yo personalmente no quiero un Presidente dúplex; es decir: mitad Maduro y mitad Chávez; y sé que una gran mayoría del país tampoco lo quiere así. Admito un atenuante, y es el hecho de que dada la costumbre a la que nos había sometido la mediática oficial, con Chávez en Aló Presidente, en cadenas, en Tele Sur, VTV, CNN, en la sopa, etcétera, no es fácil procesar un Maduro que ni siquiera eche un chistecito –al menos yo no lo he visto-; de ahí que de vez en cuando una foto de Chávez abrazando una viejita, cantando un joropo con Cristóbal Jiménez, con los ojos emocionados y una sonrisa indescifrable, bajo la lluvia, compensan cierto vació de costumbre que en mi caso tampoco es algo tan, tan… Como cristiano sé que las ausencias irremediables deben dar paso a un mundo renovado, mientras otros muertos –dijo Jesús- se encargarán de limpiar de dolor la imagen del ser ido, para remontarla pulcra con “su mejor” en horas especiales de íntimas remembranzas.
¿Pero, porqué tiene por ejemplo el ciudadano Leopoldo López, o el ciudadano Ramón Guillermo Aveledo, o la ciudadana María Corina Machado, o cualquier persona en libertad que no tenga preferencias partidistas, que aceptar de buen grado un presidente tan marcadamente inclinado a idolatrar al líder de una facción de nuestro mundo socio-político, y más que idolatrar, a recibir su influencia como con miedo de que se moleste si algo sale mal?; me explico: “bueno es cilantro, pero no tanto”.
Entender mi inquietud puede no ser fácil para los seguidores de la revolución bolivariana, y mucho menos para los líderes de la misma; simplemente porque estos decidieron abolir, de cara a medio país al que no tragan, la empatía; lo cual implica abolir el ideal bolivariano; pero vistas las cosas, es algo que no debe extrañarnos.
Maduro 2
De la patada a los naipes, al Maduro 3
Este es un texto que quiero escribir de un tirón; así que voy a ser breve en adelante; porque estoy ya agotado.
Facebook ofreció una caricatura cuyo autor no recuerdo, que me causó bastante gracia; aunque no puedo afirmar que se corresponda exactamente con la verosimilitud de los hechos:
Muestra al Presidente Nicolás Maduro hablando por teléfono, por un lado, y al mismo tiempo dándole una patada a una pirámide de naipes que se desbarata por los aires, ante el impacto.
El texto se asocia a la llamada: “Sí, papá –dice Maduro a Chávez, más o menos- …voy a mantener todo como lo dejaste”.
La caricatura fue publicada, estoy casi seguro, momentos después de que el presidente decidió devaluar la moneda.
El segundo Maduro, es entonces, un Maduro que toma decisiones trascendentes, sobre todo en un área tan delicada como el área económica, pero que tampoco es tan fácil de predecir; sobre todo para personas desprevenidas en alto grado, en asuntos tan especializados como el manejo de las finanzas públicas, en el que la mayoría de las ejecutorias delinean una dialéctica de causa-efecto, en el que los efectos macros no se ven siempre a corto plazo, si no hay una preparación técnica adecuada, precisamente en función de verlos, desde el nivel de un experto; en este caso hablaríamos más bien de preverlos; anticipar premonitoriamente, diríamos, lo que nos espera en un futuro, no necesariamente cercano.
Un Maduro que apuesta para resolver los entuertos del INDEPABIS, por ejemplo, a los conocimientos del Ministro Eduardo Samán, quien declara en una entrevista, que el precio de los productos debería estar determinado por el costo de los mismos; esto, creo, es en definitiva la propuesta marxista-socialista que también impulsó en su momento Heinz Diterich, asesor de Chávez. Samán cataloga de perverso el hecho de que dichos precios estén determinados, contrariamente, por los devaneos de la oferta y la demanda.
Es decir, atisbo, por mi liceísta saber del asunto económico, que la propuesta de Samán –y por supuesto de cualquier socialismo- tiene visos, u ostenta una categoría prácticamente de orden metafísico; porque hasta donde yo sé, este juego de relaciones que manejamos respecto al asunto de los costos, la oferta y la demanda, y más, responde a un conjunto de enunciados cientificistas, tanto como, o casi como, todas las variables que envuelven, por ejemplo la ley de gravedad.
El globo terráqueo alberga en un su núcleo una actividad ígnea determinada por fenómenos físicos, en los cuales participan electrones, protones, átomos, ecétera, a partir de la cual se proyecta hacia la superficie terrestre, en forma centrípeta, una entropía de rayos magnéticos, cuyas características definen la atracción nuclear, que impide que los objetos en la superficie floten, a la manera en que flotan cuando están fuera de la atmósfera terrestre; es decir; cuando hablamos de ley, en estos tiempos –ya la época de Copérnico, Galileo Galiley, y otros que fueron sometidos a miles de presiones por acercarse a las verdades cósmicas, quedó como un mal recuerdo de las formas obtusas al cuadrado del ser humano con autoridad, dice uno-, …hablar de ley en estos tiempos, es hablar de sucesos que se repiten invariablemente, siempre que las condiciones asociadas a ellos sean las mismas; como formar agua a partir de la combinación de dos partes de hidrógeno con una de oxígeno.
¿Quién puede imaginar una economía no perversa en un entorno social donde una obra de arte de Carlos Cruz Diez pueda ser inferior en costo, a otra realizada por un vecino de él, digamos, gineco-obstetra, al que se le dañó una radiografía y la mandó a montar, porque la parte donde cayó cierta cantidad de ácido, muy caro, produjo una desfiguración evocadora de la obra “El grito”, de Edvard Munch; siendo por supuesto, la obra de Cruz Diez un boceto a mano alzada de la remodelación para el 2005 de la Torre Eiffel; donde no se invirtió en costo más que una hoja de papel bond blanco, y un poco de tinta de un sobre de marcadores de no muy alto costo.
La preeminencia de la oferta y la demanda como determinantes del costo de un producto “x”, no es una cuestión de capricho momentáneo, a saber, ni una peculiaridad metafísica, “perversa”, como no lo es el hecho de que si alguien lanza una piedra hacia arriba, la misma caerá, apenas la fuerza de impulso que adquirió al ser lanzada, obtenga una velocidad “cero”.
La realidad no es perversa o “no perversa”; la realidad es realidad. Los hechos perversos provienen de factores humanos, no de objetos.
El Maduro 2, es heredero realmente de una especie de desbarajuste que tal vez él mismo, no quiera reconocer como heredad de su líder supremo, Hugo Chávez, expresidente.
Heredad que se afinca sobre todo en el aspecto económico; porque lo político afecta, pero lo económico golpea, sobre todo a las clases más desposeídas –valga el lugar común-, donde más duele; aunque “no sólo de pan vive el hombre” (Jesús de Nazaret).
Jorge Roich, el nuevo presidente de FEDECÁMARAS, intuye en Maduro, paradójicamente como un punto alentador –percibo yo-, alguna capacidad apreciable de negociar, más allá de endilgarle un talante pragmático; lo cual nosotros entendemos como una propensión a “tirar la brasa para su sardina”, no importándole mucho los beneficios que en la negociación pueda recibir el otro; digamos una filosofía de negocios contrapuesta al ganar-ganar de Stephen Covey; pero ya el hecho de que se pueda entablar diálogos como negociantes formales, interpreto, puede ser lo que a Roich insufle cierta expectativa oxigenante.
El Maduro dos, es un hombre que ha llegado a enfrentar una realidad socio-económica, asumiendo sin muchas consideraciones la toma de decisiones; ya en atención a recomendaciones de un entorno que lo asesora en varios aspectos, o ya como persona que cree en lo que hace, o que entiende que la gravedad de la situación no admite mucho espacio para la vacilación.
Los productos de primera necesidad escasean; conseguir harina pan, espaguetis, aceite, margarina, y por supuesto papel sanitario, se ha vuelto una tarea más digna de Sherlock Holmes, Batman o Supermán, que de seres comunitarios, habitantes de un país petrolero, donde hace apenas unos meses atrás, justo al momento de la devaluación del bolívar por parte de esta gestión, una de las razones que esgrimían los que adversaban la medida, era que con los precios del barril como estaban, había suficiente como para cubrir el déficit fiscal, o por lo menos, paliar la situación.
Esgrimen algunos defensores del régimen, que los productos escasean porque hay acaparamiento por parte de los mismos empresarios; pero creo que aun siendo así –y con los funestos antecedentes de los containers del caso denominado “Pudreval”-; los platos rotos que paga el pueblo deben reclamársele al gobierno; no a los empresarios. El gobierno no puede decir que hay que reclamar a los ladrones, o delincuentes en general, la inseguridad en el país; la responsabilidad es del gobierno.
Maduro 3
¿La tercera vía?
Mucho tiempo antes de que el expresidente Chávez se declarara marxista a secas, confiesa él mismo en algún documento que no tengo a la mano, creo que es en el libro “Chávez nuestro”, había acariciado la idea de buscar una tercera vía como la que aplicaba para entonces Tony Blair en Inglaterra; pero luego se dio cuenta de la inviabilidad del asunto –dijo-; el norte, decidió entonces, era el comunismo.
Comencé a encausar mi militancia política desde un punto de vista diferente; porque hasta entonces, no habiendo yo votado por Chávez para la presidencia, sentía agrado del toque de sincretismo que él solía manejar como eje de lo que pudiera llegar a ser una constante en su gestión global; es decir, un gobierno bolivariano, cristiano, santanderiano, robinsoniano, martiano, etcétera, aun cuando fuera materialmente imposible de establecer en sentido de lo que pudiera resultar a partir de ciertas ejecutorias, por lo menos reflejaba una voluntad de viabilizar mecanismos que a la larga, por aquello de “el que persevera vence”, pudieran acercarse al sueño del ahora “comandante no tan supremo” para la parcialidad gubernativa, en el plano natural, Simón Antonio de la Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, que aspiraba acopiar la mayor suma de felicidad posible; y eso implica una felicidad sincrética; para cristianos, santanderianos, marxistas, martinianos, y más…
Me entusiasmaba el trato que se le daba, por ejemplo, a las etnias indígenas, y el manejo de la cosa pública por parte de una nueva generación política, que insurgía, aunque de manera cuestionable, en contra del stablishment cuartorepublicano, ya literalmente desconectado de los ideales de reivindicación popular que forjaron los luchadores sociales de la generación del veintiocho.
Pero era bastante perceptible, al mismo tiempo, que en un movimiento político de tal magnitud -70% de respaldo en los inicios-, pudiera llegarse a un momento en que se lograse armonizar medidas marxistas de corte ateo, como por ejemplo la supresión de la libertad de culto, con la aspiración cristiana de adoración a Dios de la manera regular que se hace, con templos, rituales consuetudinarios, etcétera.
Así que una vez que Chávez optó por el marxismo, como dice la canción, “todo se derrumbo”; porque el marxismo, o Socialismo del Siglo XXI, como determinismo nuestro, arrasaba también con la prédica robinsoniana de inventar o errar; en los hechos hacía también patente una contradicción que daba vaina, porque lo de Martí era “echar la suerte con los pobres de la tierra”, pero ¿con qué se comía eso de un compatriota con Rolex, y Hummer esperándolo frente al barrio, full guardaespaldas, echando la suerte con quién?...
O sea, se optó por una sola vía: el marxismo, pero de una bonanza para quienes lo estaban construyendo desde el poder, mas no así, en igualdad socialista, para quienes lo sostenían desde abajo; ellos (nosotros) debían esperar quién sabe cuántos años para poder incluso, sabemos ahora, limpiarse decentemente el que te conté; primero los empaltosados tenemos que hacer la patria, y luego los nietos de nuestros nietos tendrán en su baño el rollito blanco de papel que nos salva de anacrónicas rugosidades, acaso más consustanciadas con las leyendas de dioses y sembradíos de maíz, asentadas en el imaginario genésico Maya-K’iche’, descrito en el Popol Vuh .
Maduro 3 es un punto de expectativa en el que se abren las posibilidades de diálogo con sectores de la sociedad hasta ahora encapsulados en un área de abstracción social perniciosa.
Por un lado los empresarios alientan la esperanza de una apertura hacia ese tercer camino, en que los fracasados intentos de mezclar la chicha y la limonada, den paso a la sensatez de un capitalismo no salvaje, pero capitalismo hecho y derecho, porque, en mi opinión, la profecía de un desemboque en el infierno como pregonaba el expresidente, responden a una visión sesgada de él, o cuando menos pesimista.
Es verdad que las políticas del gobierno deben hacer énfasis en lo social, para beneficio de las clases más necesitadas; pero esto no tiene que desplazar la injusticia hacia quienes tienen un camino de prosperidad ya transitado desde hace muchos años.
No somos miembros de una tribu del indio Seattle, con todo respeto; ningún izquierdista pro gobierno a quien se le quiera quitar sus tierras en nombre de la bonanza Siglo XXI de los nietos de nuestros nietos, cantará de madrugada, al lado de un basurero en cualquier calle, que “la tierra es de todos”. “Come yuca, amigo perro”.
Hablo de pesimismo porque quisimos ver porque sí, que el capitalismo era el camino al infierno, pero nunca se nos ocurrió dar un vistazo, como es lo normal frente a cualquier ente susceptible de evolucionar, que ese sistema surgido luego de la invención de la máquina de vapor, que potenció las condiciones para ello, como algo natural e inevitable; porque así funciona todo ente social –no sé si Max Weber opina lo mismo-, que al igual que el ser humano, responde a una complejidad de factores dinámicos que lo afectan y lo van transformando en el camino, debido a las fuerzas en pugna que se interrelacionan.
Busca una ley de trabajo en aquellos días en que Marx y Hegel comenzaron a darse cuenta de lo cruel que podía presentarse en las relaciones de explotación patrón-obrero cuando la producción en serie de tipo fabril, automatizada, daba sus primeros pininos.
Hoy, en medio de nuestro adolescente capitalismo, que para pesar de Chomsky, no soy quien para precisarlo, “todavía no acaba de morir”, no es raro conocer hijos de trabajadores del Estado, obreros de bien probada honestidad, pasarse vacaciones en el exterior, o estudiando alguna carrera particular.
La historia me ha demostrado, que así como hay capitalismo salvaje, existe igualmente un socialismo salvaje, que no conduce al cielo propiamente; porque es salvaje que mientras la televisión pasa noticias de una mujer pariendo en las afueras de algún hospital, porque no hay camas o espacios donde atenderla, un funcionario del gobierno exhibe un traje Louis Vitton mientras “discursea utilizando al Che como tema de sermón” –como dice la canción-, “y hace todo lo contrario” (Guevara. Grupo IVEN-Mérida); sólo que las tesis económicas capitalistas llevan siglos de prueba, y en tanto sus características que le dan rango de ley, no hay ninguna demostración en cuanto a que quienes las promulgaron históricamente, puedan estar errados; mientras que las políticas del socialismo en este mismo sentido, parecen consistir en una tiradera de flechas que no se aguanta; y los éxitos que al respecto puedan mencionarse, tienen necesariamente, en mi opinión, que estar enmarcados en una implementación tradicional de los métodos capitalistas, a menos que la soga reviente en caso contrario por lo más grueso, que sería, teóricamente, la empresa privada; pero a expensas del quiebre del aparato productivo, en beneficio de una relativa bonanza cortoplacista que al final resultaría una fatalidad irreversible, en función de las inversiones puestas en juego de manera contranatural.
Maduro 3, tiene un gancho, al parecer, no se equivoquen; pero hasta el empresariado tiene esperanza en él; porque aunque se ha remachado en tono de subestimación contra el Presidente, con la frase de consigna: “Maduro no es Chávez”; esto pudiera resultar, contrariamente, una premisa verdadera que salve al país.
Si Maduro fuese Chávez, los que estábamos convencidos de que con Chávez estábamos sufriendo una disfunción política, signada por el carácter caudillezco que deploraba Bolívar, en el sentido de que un pueblo no debía ser gobernado tanto tiempo por un mismo líder porque se acostumbraba el líder a mandarlo –al pueblo-, y éste a obedecerlo –al líder-; pero que no veíamos ya, ningún inventario “del otro mundo” que ostentar gozosos, tendríamos en realidad que seguir practicando la voluntad estoica, si no quisiésemos desfallecer a la espera del primer asomo de patria prometido; porque para mí, Patria no es un poco de personas de barrio, comprando leche, carne y pollo cada jueves en el mercalito de Tobías, y de paso te regalan otra boina y una franela roja con la cara del supremo. Para mí, Patria es también el Dr. Sutano, de cincuenta años en ejercicio honesto, enviando a su hija al exterior para “x” o “y” actividad que no puedo cubrir yo porque no soy el Dr. Sutano; viviendo en su casota de Prados del Este sin miedo a que se la expropien indebidamente porque la trabajó.
Estoy en la pelazón; pero no quiero que ninguna persona acomodada se desacomode injustamente para que me den una casa donde resolver mi vida. Ah, pero si quiero que el peo de los productores independientes, y de la Ley de Propiedad Intelectual me sea más favorable. Eso de tener que ir a Caracas a registrar cada guión, cada canción, cada invento que yo vaya haciendo, es algo que en mi ineptitud para acercarme a que me pongan donde hay, me causa perjuicios importantes; pero en Dios confío.
Maduro 3 no parece tener intenciones de agredir a los líderes espirituales; por el contrario, aun cuando no sea la perfección devota, ha puesto de buen ánimo a la Iglesia, particularmente a la católica, con su visita al “Santo Padre”; no obstante que mantiene la jerga comunista a flor de labios; ya lo he oído achacar al capitalismo todos los males posibles, y ensañarse como siempre contra el sifrinismo, la burguesía, y, bueno, todo aquello que involucra el adoctrinamiento de corte cubanistoide, de categoría excluyente, digámoslo así.
La luz de la democracia, no me caigan encima, parece aspirar nuevos aires en estos momentos. Tradúzcase como que la brecha que separa a los venezolanos entre amigos con el poder, y enemigos sin el poder, a las puertas añoradas de lo que pudiera ser una tercera vía como ejercicio de la primera magistratura del país, a cargo de un Maduro ataviado de sensatez auténtica, no reflejo de su padre Chávez, sino de él mismo, esparce brisas inéditas para un renacer holístico, en la epidermis de nuestros más altos estándares de calidad humana.
Yo no pretendo que muera en los corazones de quienes aman y han amado a Chávez , Chávez; lo que quiero es que Maduro también gobierne para mí; porque yo no soy un apátrida; yo tengo Patria desde que nací; es una patria vapuleada por montescos y capuletos, tirios y troyanos, y más; yo también, por algún error u omisión debo tener mi facturita pendiente; pero ese cuento de que para tener papel tualé primero hay que tener una patria que no tenemos, que se lo vayan a echar a otro; porque la patria, permítanme recordárselo, caballeros todos, no son objetos; no es papel, no es una Hummer, no es un Louis Vitton, ni un canal de televisión, ni una silla, ni un cargo… La Patria, coincido con el pana Alí, de tantas cosas buenas, “es el hombre”; y también “una mujer, y él regresó para amarla, contra los que se desviven tan sólo por disfrutarla, y en vez de darle caricias, lo que hacen es manosearla”… (“él regreso”, dijo Alí, refiriéndose no al “comandante supremo”, sino, sin dudas, al panita Simón Bolívar de nuestros más hermosos atavismos unitarios; he ahí verbigracia, el Discurso de Angostura.).
pablofie@gmail.com
Hugo Rafael Chávez Frías.
“Tres Victorino para una sola violencia”.
Slogan de la película “Cuando quiero llorar no lloro” basada en la novela homónima de Miguel Otero Silva.
Estos son como quien dice, escritos a “media lengua”; porque surgen de un Yo bastante desinformado; si en su momento hubieran trascendido a nivel de ley aquellos trazos insustanciales, a saber, que la magistrada de la Corte Suprema de Justicia, quien aventuraba propuestas para moderar el contenido de cuanto se dijera a vox populi por cualquier medio, seguramente quien escribe hubiera sido objeto de algún tipo de penalización asociada al pago de una multa, un año sin hablar, o casa por cárcel durante un periodo determinado; porque dicha ley prácticamente ofrecía posibilidad de “libertad de expresión” tan sólo a quien tuviese autoridad académica y/o profesional en los temas que se estuvieran tratando, y ¡ay! si te equivocabas diciendo algo que no se ajustara a lo que algún tribunal supervisor –suponemos habría de habilitarse-, o la misma Corte Suprema, aprobara como aceptable, porque sino te saldría (en aquellos tiempos era `alicate’), en estos tiempos de presidencialismo “dúplex”, o “conteo irreversible” rayano en la vacilación de ilegitimidad normalmente sostenida por sectores de oposición, se define desde la cúspide gubernativa como “el gancho”.
Del tema “política nacional” me empapo regularmente, en estos recientes tiempos, no por radio, televisión o periódicos, sino por fuentes algo más incómodas o infrecuentes, como un taxista que acepta compartir activamente tus chácharas trasnochadas, un titular que captaste visualmente por ahí en un kiosko de periódicos, alguien que comentó a lo “radio bemba” cualquier detalle relacionado con la política cambiaria y los estragos del llamado ahora por algunos el dólar “que te conté”, mientras el empresariado espera sacar al país adelante, pugnando por acuerdos que le devuelvan la posibilidad de apertrecharse en inventario, a fin de reiniciar con todas las de la ley, la sinfonía de las importaciones y las exportaciones, desde una posición más favorable.
Hablar de “3 Maduro”, es referirse al nuevo Presidente de la República Bolivariana de Venezuela –pese a que desde las máximas autoridades políticas del país (obviando el tufo a ilegitimidad que algunos propugnan)-, y enfocar varias perspectivas desde donde analizar, digamos en estos primeros “rounds” de estudio –yo ente participativo de la ciudadanía, él Presidente- quién es Nicolas Maduro. Bien, y sigamos hablando de él ya dentro de los ítems correspondientes:
MADURO 1
¿Personaje o personajillo?
Salvo el país de comiquita, todo ciudadano espera que su Presidente no sea nadie merecedor de gancho, alicate ni nada que se le parezca; podemos agregar “torniquete” –no sé muy bien qué es, pero suena a algo que también aprieta-; el tipo de herramientas que gustan poner en las películas, a falta de una mano, como sustituto de la misma, al personaje maligno que suele asustar a Peter Pan cuando éste se propone regresar a sus raíces temerarias, al rescate de lo perdido; sí, lo mientan “el garfio”.
En vida del ex Presidente Hugo Rafael Chávez Frías siempre vi a Maduro ejerciendo las tareas de corte oficial que se le encomendaban, como un personaje disciplinado, moderado, ponderado, amable, ecuánime, y por ahí. Tal vez habría algún momento de leve desafuero, pero no creo que haya sido algo significativo –haciendo excepción de la actitud violenta que se le atribuye mediante argumentos gráficos en el caso de Puente Llaguno, el día de la marcha “que te conté” -disculpad, es el espíritu de estos días en que el discurso ha devenido, después de otroras pasajes en que ciertos aspectos se dirimían con eructos y referencias de urgencias intestinas si se perdía una elección; en lo que pudiéramos mencionar como un “ritornello” a la oficialidad neo escatológica, vibrante apenas días atrás, en la célebre exclamación de un alto personero revolucionario que nos exhorta regañón, a optar, no entre vencer o morir como el Prócer, vestido, de La Victoria, José Félix Rivas, sino entre “Patria o papetualé”; concomitante a otros eventos de “suprema” irreverencia, a la manera de las “próceras desvestidas” de un desfile patrio reciente, o de algún carnaval de Río de Janeiro pretérito (aún no hay exacta claridad sobre el asunto); lo de “supremo” también tiene su historia; ustedes saben, ya el hombre no es Jesucristo, Bolívar… -habrá que pensar en una Constituyente para abolir de una vez lo de “bolivariano”; fíjense…
Cristo marcha segundón en un crucifijo que en épocas electorales sale a relucir en alguna mano de candidato (¿si Chávez es el supremo, qué es el otro?); y Bolívar, ya vimos en las recientes iconografías del acto militarista, que aparece de refilón en un segundo plano, mientras el otro “yo” presidencial, el “plugin”, el complemento del Presidente “irreversible” –como se deduce de la evocación al término utilizado por la Rectora Tibisay Lucena-, resalta en primer plano ofreciendo la parte emotiva de la que parece adolecer, en su aspecto agradable-jocoso, la estructura “audiovisual”/mediática de Maduro. Pero quizás haya sido los nobles atributos enumerados, antes de la digresión, los que valoró el finado integrante del “Juramento del Samán de Guere”, nacido en Sabaneta de Barinas, a la par de cualidades de estadista a lo “chavismo del Siglo XXI”, que igualmente habrá sentido como parte integral de aquel a quien vio como el único, o el primero, que tenía ante el anticipado infortunio, los atributos para parapetear los entuertos nacionales; aquí nadie se haga esperanzas –si creyó en Chávez a pie juntillas-; para él mismo, ninguno tenía jerarquía suficiente para alcanzar la estatura del heredero de Maisanta; la mayoría no era más que un atajo de ineficientes que le echaban a perder la tarea de convertir a Venezuela en “tierra prometida”; hasta la propia identidad debían sacrificar todos para que esta planicie ejida, de insulsos, se convirtiera algún día, quién sabe dentro de cuántos milenios después, en algo parecido a una patria. Tú no eres Maduro, tú eres Chávez.
Lo que es igual no es trampa, decimos nosotros los venezolanos; y el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, con carácter de irreversibilidad –Tibisay Lucena dixit (mas no Díaz)-, amenazó con el gancho a cierto “personajillo” que andaba por ahí, imagino yo, como con ganas de equivocarse en algo. Así las cosas, uno que apenas está estrenando presidente, siente igual derecho a estar “ojo avisor” por si al ex chofer del metro, con todo respeto lo digo, en vez de venirle a uno con los lanzamientos que permite “el librito”, se le ocurriera lanzar una “raboecochino” de esas “non sanctas” del tipo dictadura adentro que arrazan sin tapujos con Cartas Magnas, “notables”, ongs, y más, abolidas “por estas calles” –Ibsen Martínez/Giordano-, desde “hace mucho tiempo ya” –Los tres tristes tigres-, por las conciencias democráticas que “se nos sembró en el alma” –Neruda-, para la evolución civilizatoria nuestra. “Los derechos humanos, estúpido”, diría el otro, o (George Bush”).
El primer Maduro me desconcertó. Ahí si estaba yo frente a un televisor, como Dios manda, escuchando alguna alocución desde el balcón del pueblo, en horas cercanas a su triunfo electoral al que algunos consideran ilegítimo.
Lo primero que pensé fue en una invasión extraterrestre; alguna avanzada victoriosa de las huestes celestiales bíblicas, posesionándose de personajes claves, al punto de transformar, con algún propósito que desconozco, el timbre vocal, el tono, la impostación, y cuánto término alusivo a la actividad de nuestro sistema sonoro pueda intervenir; la tesitura, el escarranchamiento, etc… (Yo también me calé las pedagógicas sesiones del maestro del canto Carlos Almenar Otero en “Cuanto vale el show”).
Maduro como “hijo de Chávez”. Chávez decía: “Yo no soy yo, yo soy un pueblo”; el actual Presidente, reconoce: “Yo soy hijo de Chávez”, “Yo soy Chávez”, “Yo no soy yo”.
Uno se remite de inmediato a aquella comiquita que acompañaba a Avivato y Ramona en El Nacional, o Universal, no recuerdo –aunque igual se me cayó la cédula-, denominada “El otro yo del Dr. Merengue”; se trataba de un personaje absolutamente sobrio y bien educado cuya personalidad resplandecía en los ámbitos de la alta sociedad donde se desenvolvía, pero que a ratos se desdoblada por algún hecho circunstancial, y se convertía en el propio desgraciado indeseable que nadie quiere ver a mil metros a la redonda al momento de festejar el acto de grado de alguna hija adolescente, sino bien vapuleado y avergonzado, si es posible desnudo, en el confinamiento de patíbulo que puede constituir en un momento dado la más degradante butaca de talk show suramericano, y Laura Bozo botando piedra, con ganas de extraditarlo al mismo infierno.
Son apreciaciones insustanciales; es decir, el venezolano en general espera que cada nuevo presidente venga a gobernar para todos; Chávez tenía esto bien claro; al menos para utilizarlo comunicacionalmente: “Presidente, esta revolución suya, chavista misma, pues, de usted…”; pero, bueno, chico, jeje, ¿tú eres loco…?... el compatriota se la da de jodedor… no vayan a creer… “jodedor” yo creo que no es grosería, ¿qué dices tú, Lina?, jeje… no, tú sabes que Uslar Pietri demostró que “pendejo” no era grosería; y yo creo que “jodedor” es menos grosería que lo que era “pendejo” antes… ¿no es así, Aristóbulo?, jeje... no compatriota, esta revolución es Bolivariana, Santanderiana, Robinsoniana, Cristiana, Guevariana, Martiana, Marxiana…”…
Empieza Maduro a ponerse brazaletes tipo Hitler… el otro, de Italia, Mussolinni, y tal; vercia, dice uno; debe ser alguna estrategia subliminal…
Pero se nos va quedando la impresión del que el hombre le huye a la idea de proyectar su propia personalidad; empieza a recordar la foto donde sale con su esposa y un grupo de devotos de Sathya Sai Baba, y piensa, pero, bueno, ¿y cómo es la cosa?... evoca uno, que no ha viajado tan lejos pero ha leído, uno de los preceptos más puntuales del polémico avatar hindú: “Adhiéranse a su propia naturaleza”; es algo controversial, para mí, pero… si visitas desde Venezuela a Sai Baba se supone que debes tener algún conocimiento previo de él…
¿O es que el anterior Maduro, digamos que la mano derecha del presidente Chávez, era en realidad el que no era?
El primer Maduro –diría Barrera Tyszka- “es una incógnita”; es natural; un mundo, o escenario de masas, visto como “mercado”, desde una visión estadística, debe ser abordado bajo los propósitos de sensibilizarlo, moldearlo, adaptarlo a situaciones, etcétera, con un criterio de estratega. Esto justificaría los desplantes de despersonalización del señor Nicolás Maduro, líder de todos los venezolanos, en pro no de los ideales del líder extinto, señor Hugo Chávez, sino, evidentemente de la persona Hugo Chávez; con todo respeto; de esa sacralización de quien vendió pequeño esos dulcitos que por él conocimos llamados “araña”, no se salva, al parecer, ni la morrocoya que cuidaba su hija menor.
O sea, mis primeras observaciones a Maduro, sin sentirme yo mejor que él, me lo mostraron más como “personajillo” que como personaje hecho y derecho; porque yo personalmente no quiero un Presidente dúplex; es decir: mitad Maduro y mitad Chávez; y sé que una gran mayoría del país tampoco lo quiere así. Admito un atenuante, y es el hecho de que dada la costumbre a la que nos había sometido la mediática oficial, con Chávez en Aló Presidente, en cadenas, en Tele Sur, VTV, CNN, en la sopa, etcétera, no es fácil procesar un Maduro que ni siquiera eche un chistecito –al menos yo no lo he visto-; de ahí que de vez en cuando una foto de Chávez abrazando una viejita, cantando un joropo con Cristóbal Jiménez, con los ojos emocionados y una sonrisa indescifrable, bajo la lluvia, compensan cierto vació de costumbre que en mi caso tampoco es algo tan, tan… Como cristiano sé que las ausencias irremediables deben dar paso a un mundo renovado, mientras otros muertos –dijo Jesús- se encargarán de limpiar de dolor la imagen del ser ido, para remontarla pulcra con “su mejor” en horas especiales de íntimas remembranzas.
¿Pero, porqué tiene por ejemplo el ciudadano Leopoldo López, o el ciudadano Ramón Guillermo Aveledo, o la ciudadana María Corina Machado, o cualquier persona en libertad que no tenga preferencias partidistas, que aceptar de buen grado un presidente tan marcadamente inclinado a idolatrar al líder de una facción de nuestro mundo socio-político, y más que idolatrar, a recibir su influencia como con miedo de que se moleste si algo sale mal?; me explico: “bueno es cilantro, pero no tanto”.
Entender mi inquietud puede no ser fácil para los seguidores de la revolución bolivariana, y mucho menos para los líderes de la misma; simplemente porque estos decidieron abolir, de cara a medio país al que no tragan, la empatía; lo cual implica abolir el ideal bolivariano; pero vistas las cosas, es algo que no debe extrañarnos.
Maduro 2
De la patada a los naipes, al Maduro 3
Este es un texto que quiero escribir de un tirón; así que voy a ser breve en adelante; porque estoy ya agotado.
Facebook ofreció una caricatura cuyo autor no recuerdo, que me causó bastante gracia; aunque no puedo afirmar que se corresponda exactamente con la verosimilitud de los hechos:
Muestra al Presidente Nicolás Maduro hablando por teléfono, por un lado, y al mismo tiempo dándole una patada a una pirámide de naipes que se desbarata por los aires, ante el impacto.
El texto se asocia a la llamada: “Sí, papá –dice Maduro a Chávez, más o menos- …voy a mantener todo como lo dejaste”.
La caricatura fue publicada, estoy casi seguro, momentos después de que el presidente decidió devaluar la moneda.
El segundo Maduro, es entonces, un Maduro que toma decisiones trascendentes, sobre todo en un área tan delicada como el área económica, pero que tampoco es tan fácil de predecir; sobre todo para personas desprevenidas en alto grado, en asuntos tan especializados como el manejo de las finanzas públicas, en el que la mayoría de las ejecutorias delinean una dialéctica de causa-efecto, en el que los efectos macros no se ven siempre a corto plazo, si no hay una preparación técnica adecuada, precisamente en función de verlos, desde el nivel de un experto; en este caso hablaríamos más bien de preverlos; anticipar premonitoriamente, diríamos, lo que nos espera en un futuro, no necesariamente cercano.
Un Maduro que apuesta para resolver los entuertos del INDEPABIS, por ejemplo, a los conocimientos del Ministro Eduardo Samán, quien declara en una entrevista, que el precio de los productos debería estar determinado por el costo de los mismos; esto, creo, es en definitiva la propuesta marxista-socialista que también impulsó en su momento Heinz Diterich, asesor de Chávez. Samán cataloga de perverso el hecho de que dichos precios estén determinados, contrariamente, por los devaneos de la oferta y la demanda.
Es decir, atisbo, por mi liceísta saber del asunto económico, que la propuesta de Samán –y por supuesto de cualquier socialismo- tiene visos, u ostenta una categoría prácticamente de orden metafísico; porque hasta donde yo sé, este juego de relaciones que manejamos respecto al asunto de los costos, la oferta y la demanda, y más, responde a un conjunto de enunciados cientificistas, tanto como, o casi como, todas las variables que envuelven, por ejemplo la ley de gravedad.
El globo terráqueo alberga en un su núcleo una actividad ígnea determinada por fenómenos físicos, en los cuales participan electrones, protones, átomos, ecétera, a partir de la cual se proyecta hacia la superficie terrestre, en forma centrípeta, una entropía de rayos magnéticos, cuyas características definen la atracción nuclear, que impide que los objetos en la superficie floten, a la manera en que flotan cuando están fuera de la atmósfera terrestre; es decir; cuando hablamos de ley, en estos tiempos –ya la época de Copérnico, Galileo Galiley, y otros que fueron sometidos a miles de presiones por acercarse a las verdades cósmicas, quedó como un mal recuerdo de las formas obtusas al cuadrado del ser humano con autoridad, dice uno-, …hablar de ley en estos tiempos, es hablar de sucesos que se repiten invariablemente, siempre que las condiciones asociadas a ellos sean las mismas; como formar agua a partir de la combinación de dos partes de hidrógeno con una de oxígeno.
¿Quién puede imaginar una economía no perversa en un entorno social donde una obra de arte de Carlos Cruz Diez pueda ser inferior en costo, a otra realizada por un vecino de él, digamos, gineco-obstetra, al que se le dañó una radiografía y la mandó a montar, porque la parte donde cayó cierta cantidad de ácido, muy caro, produjo una desfiguración evocadora de la obra “El grito”, de Edvard Munch; siendo por supuesto, la obra de Cruz Diez un boceto a mano alzada de la remodelación para el 2005 de la Torre Eiffel; donde no se invirtió en costo más que una hoja de papel bond blanco, y un poco de tinta de un sobre de marcadores de no muy alto costo.
La preeminencia de la oferta y la demanda como determinantes del costo de un producto “x”, no es una cuestión de capricho momentáneo, a saber, ni una peculiaridad metafísica, “perversa”, como no lo es el hecho de que si alguien lanza una piedra hacia arriba, la misma caerá, apenas la fuerza de impulso que adquirió al ser lanzada, obtenga una velocidad “cero”.
La realidad no es perversa o “no perversa”; la realidad es realidad. Los hechos perversos provienen de factores humanos, no de objetos.
El Maduro 2, es heredero realmente de una especie de desbarajuste que tal vez él mismo, no quiera reconocer como heredad de su líder supremo, Hugo Chávez, expresidente.
Heredad que se afinca sobre todo en el aspecto económico; porque lo político afecta, pero lo económico golpea, sobre todo a las clases más desposeídas –valga el lugar común-, donde más duele; aunque “no sólo de pan vive el hombre” (Jesús de Nazaret).
Jorge Roich, el nuevo presidente de FEDECÁMARAS, intuye en Maduro, paradójicamente como un punto alentador –percibo yo-, alguna capacidad apreciable de negociar, más allá de endilgarle un talante pragmático; lo cual nosotros entendemos como una propensión a “tirar la brasa para su sardina”, no importándole mucho los beneficios que en la negociación pueda recibir el otro; digamos una filosofía de negocios contrapuesta al ganar-ganar de Stephen Covey; pero ya el hecho de que se pueda entablar diálogos como negociantes formales, interpreto, puede ser lo que a Roich insufle cierta expectativa oxigenante.
El Maduro dos, es un hombre que ha llegado a enfrentar una realidad socio-económica, asumiendo sin muchas consideraciones la toma de decisiones; ya en atención a recomendaciones de un entorno que lo asesora en varios aspectos, o ya como persona que cree en lo que hace, o que entiende que la gravedad de la situación no admite mucho espacio para la vacilación.
Los productos de primera necesidad escasean; conseguir harina pan, espaguetis, aceite, margarina, y por supuesto papel sanitario, se ha vuelto una tarea más digna de Sherlock Holmes, Batman o Supermán, que de seres comunitarios, habitantes de un país petrolero, donde hace apenas unos meses atrás, justo al momento de la devaluación del bolívar por parte de esta gestión, una de las razones que esgrimían los que adversaban la medida, era que con los precios del barril como estaban, había suficiente como para cubrir el déficit fiscal, o por lo menos, paliar la situación.
Esgrimen algunos defensores del régimen, que los productos escasean porque hay acaparamiento por parte de los mismos empresarios; pero creo que aun siendo así –y con los funestos antecedentes de los containers del caso denominado “Pudreval”-; los platos rotos que paga el pueblo deben reclamársele al gobierno; no a los empresarios. El gobierno no puede decir que hay que reclamar a los ladrones, o delincuentes en general, la inseguridad en el país; la responsabilidad es del gobierno.
Maduro 3
¿La tercera vía?
Mucho tiempo antes de que el expresidente Chávez se declarara marxista a secas, confiesa él mismo en algún documento que no tengo a la mano, creo que es en el libro “Chávez nuestro”, había acariciado la idea de buscar una tercera vía como la que aplicaba para entonces Tony Blair en Inglaterra; pero luego se dio cuenta de la inviabilidad del asunto –dijo-; el norte, decidió entonces, era el comunismo.
Comencé a encausar mi militancia política desde un punto de vista diferente; porque hasta entonces, no habiendo yo votado por Chávez para la presidencia, sentía agrado del toque de sincretismo que él solía manejar como eje de lo que pudiera llegar a ser una constante en su gestión global; es decir, un gobierno bolivariano, cristiano, santanderiano, robinsoniano, martiano, etcétera, aun cuando fuera materialmente imposible de establecer en sentido de lo que pudiera resultar a partir de ciertas ejecutorias, por lo menos reflejaba una voluntad de viabilizar mecanismos que a la larga, por aquello de “el que persevera vence”, pudieran acercarse al sueño del ahora “comandante no tan supremo” para la parcialidad gubernativa, en el plano natural, Simón Antonio de la Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, que aspiraba acopiar la mayor suma de felicidad posible; y eso implica una felicidad sincrética; para cristianos, santanderianos, marxistas, martinianos, y más…
Me entusiasmaba el trato que se le daba, por ejemplo, a las etnias indígenas, y el manejo de la cosa pública por parte de una nueva generación política, que insurgía, aunque de manera cuestionable, en contra del stablishment cuartorepublicano, ya literalmente desconectado de los ideales de reivindicación popular que forjaron los luchadores sociales de la generación del veintiocho.
Pero era bastante perceptible, al mismo tiempo, que en un movimiento político de tal magnitud -70% de respaldo en los inicios-, pudiera llegarse a un momento en que se lograse armonizar medidas marxistas de corte ateo, como por ejemplo la supresión de la libertad de culto, con la aspiración cristiana de adoración a Dios de la manera regular que se hace, con templos, rituales consuetudinarios, etcétera.
Así que una vez que Chávez optó por el marxismo, como dice la canción, “todo se derrumbo”; porque el marxismo, o Socialismo del Siglo XXI, como determinismo nuestro, arrasaba también con la prédica robinsoniana de inventar o errar; en los hechos hacía también patente una contradicción que daba vaina, porque lo de Martí era “echar la suerte con los pobres de la tierra”, pero ¿con qué se comía eso de un compatriota con Rolex, y Hummer esperándolo frente al barrio, full guardaespaldas, echando la suerte con quién?...
O sea, se optó por una sola vía: el marxismo, pero de una bonanza para quienes lo estaban construyendo desde el poder, mas no así, en igualdad socialista, para quienes lo sostenían desde abajo; ellos (nosotros) debían esperar quién sabe cuántos años para poder incluso, sabemos ahora, limpiarse decentemente el que te conté; primero los empaltosados tenemos que hacer la patria, y luego los nietos de nuestros nietos tendrán en su baño el rollito blanco de papel que nos salva de anacrónicas rugosidades, acaso más consustanciadas con las leyendas de dioses y sembradíos de maíz, asentadas en el imaginario genésico Maya-K’iche’, descrito en el Popol Vuh .
Maduro 3 es un punto de expectativa en el que se abren las posibilidades de diálogo con sectores de la sociedad hasta ahora encapsulados en un área de abstracción social perniciosa.
Por un lado los empresarios alientan la esperanza de una apertura hacia ese tercer camino, en que los fracasados intentos de mezclar la chicha y la limonada, den paso a la sensatez de un capitalismo no salvaje, pero capitalismo hecho y derecho, porque, en mi opinión, la profecía de un desemboque en el infierno como pregonaba el expresidente, responden a una visión sesgada de él, o cuando menos pesimista.
Es verdad que las políticas del gobierno deben hacer énfasis en lo social, para beneficio de las clases más necesitadas; pero esto no tiene que desplazar la injusticia hacia quienes tienen un camino de prosperidad ya transitado desde hace muchos años.
No somos miembros de una tribu del indio Seattle, con todo respeto; ningún izquierdista pro gobierno a quien se le quiera quitar sus tierras en nombre de la bonanza Siglo XXI de los nietos de nuestros nietos, cantará de madrugada, al lado de un basurero en cualquier calle, que “la tierra es de todos”. “Come yuca, amigo perro”.
Hablo de pesimismo porque quisimos ver porque sí, que el capitalismo era el camino al infierno, pero nunca se nos ocurrió dar un vistazo, como es lo normal frente a cualquier ente susceptible de evolucionar, que ese sistema surgido luego de la invención de la máquina de vapor, que potenció las condiciones para ello, como algo natural e inevitable; porque así funciona todo ente social –no sé si Max Weber opina lo mismo-, que al igual que el ser humano, responde a una complejidad de factores dinámicos que lo afectan y lo van transformando en el camino, debido a las fuerzas en pugna que se interrelacionan.
Busca una ley de trabajo en aquellos días en que Marx y Hegel comenzaron a darse cuenta de lo cruel que podía presentarse en las relaciones de explotación patrón-obrero cuando la producción en serie de tipo fabril, automatizada, daba sus primeros pininos.
Hoy, en medio de nuestro adolescente capitalismo, que para pesar de Chomsky, no soy quien para precisarlo, “todavía no acaba de morir”, no es raro conocer hijos de trabajadores del Estado, obreros de bien probada honestidad, pasarse vacaciones en el exterior, o estudiando alguna carrera particular.
La historia me ha demostrado, que así como hay capitalismo salvaje, existe igualmente un socialismo salvaje, que no conduce al cielo propiamente; porque es salvaje que mientras la televisión pasa noticias de una mujer pariendo en las afueras de algún hospital, porque no hay camas o espacios donde atenderla, un funcionario del gobierno exhibe un traje Louis Vitton mientras “discursea utilizando al Che como tema de sermón” –como dice la canción-, “y hace todo lo contrario” (Guevara. Grupo IVEN-Mérida); sólo que las tesis económicas capitalistas llevan siglos de prueba, y en tanto sus características que le dan rango de ley, no hay ninguna demostración en cuanto a que quienes las promulgaron históricamente, puedan estar errados; mientras que las políticas del socialismo en este mismo sentido, parecen consistir en una tiradera de flechas que no se aguanta; y los éxitos que al respecto puedan mencionarse, tienen necesariamente, en mi opinión, que estar enmarcados en una implementación tradicional de los métodos capitalistas, a menos que la soga reviente en caso contrario por lo más grueso, que sería, teóricamente, la empresa privada; pero a expensas del quiebre del aparato productivo, en beneficio de una relativa bonanza cortoplacista que al final resultaría una fatalidad irreversible, en función de las inversiones puestas en juego de manera contranatural.
Maduro 3, tiene un gancho, al parecer, no se equivoquen; pero hasta el empresariado tiene esperanza en él; porque aunque se ha remachado en tono de subestimación contra el Presidente, con la frase de consigna: “Maduro no es Chávez”; esto pudiera resultar, contrariamente, una premisa verdadera que salve al país.
Si Maduro fuese Chávez, los que estábamos convencidos de que con Chávez estábamos sufriendo una disfunción política, signada por el carácter caudillezco que deploraba Bolívar, en el sentido de que un pueblo no debía ser gobernado tanto tiempo por un mismo líder porque se acostumbraba el líder a mandarlo –al pueblo-, y éste a obedecerlo –al líder-; pero que no veíamos ya, ningún inventario “del otro mundo” que ostentar gozosos, tendríamos en realidad que seguir practicando la voluntad estoica, si no quisiésemos desfallecer a la espera del primer asomo de patria prometido; porque para mí, Patria no es un poco de personas de barrio, comprando leche, carne y pollo cada jueves en el mercalito de Tobías, y de paso te regalan otra boina y una franela roja con la cara del supremo. Para mí, Patria es también el Dr. Sutano, de cincuenta años en ejercicio honesto, enviando a su hija al exterior para “x” o “y” actividad que no puedo cubrir yo porque no soy el Dr. Sutano; viviendo en su casota de Prados del Este sin miedo a que se la expropien indebidamente porque la trabajó.
Estoy en la pelazón; pero no quiero que ninguna persona acomodada se desacomode injustamente para que me den una casa donde resolver mi vida. Ah, pero si quiero que el peo de los productores independientes, y de la Ley de Propiedad Intelectual me sea más favorable. Eso de tener que ir a Caracas a registrar cada guión, cada canción, cada invento que yo vaya haciendo, es algo que en mi ineptitud para acercarme a que me pongan donde hay, me causa perjuicios importantes; pero en Dios confío.
Maduro 3 no parece tener intenciones de agredir a los líderes espirituales; por el contrario, aun cuando no sea la perfección devota, ha puesto de buen ánimo a la Iglesia, particularmente a la católica, con su visita al “Santo Padre”; no obstante que mantiene la jerga comunista a flor de labios; ya lo he oído achacar al capitalismo todos los males posibles, y ensañarse como siempre contra el sifrinismo, la burguesía, y, bueno, todo aquello que involucra el adoctrinamiento de corte cubanistoide, de categoría excluyente, digámoslo así.
La luz de la democracia, no me caigan encima, parece aspirar nuevos aires en estos momentos. Tradúzcase como que la brecha que separa a los venezolanos entre amigos con el poder, y enemigos sin el poder, a las puertas añoradas de lo que pudiera ser una tercera vía como ejercicio de la primera magistratura del país, a cargo de un Maduro ataviado de sensatez auténtica, no reflejo de su padre Chávez, sino de él mismo, esparce brisas inéditas para un renacer holístico, en la epidermis de nuestros más altos estándares de calidad humana.
Yo no pretendo que muera en los corazones de quienes aman y han amado a Chávez , Chávez; lo que quiero es que Maduro también gobierne para mí; porque yo no soy un apátrida; yo tengo Patria desde que nací; es una patria vapuleada por montescos y capuletos, tirios y troyanos, y más; yo también, por algún error u omisión debo tener mi facturita pendiente; pero ese cuento de que para tener papel tualé primero hay que tener una patria que no tenemos, que se lo vayan a echar a otro; porque la patria, permítanme recordárselo, caballeros todos, no son objetos; no es papel, no es una Hummer, no es un Louis Vitton, ni un canal de televisión, ni una silla, ni un cargo… La Patria, coincido con el pana Alí, de tantas cosas buenas, “es el hombre”; y también “una mujer, y él regresó para amarla, contra los que se desviven tan sólo por disfrutarla, y en vez de darle caricias, lo que hacen es manosearla”… (“él regreso”, dijo Alí, refiriéndose no al “comandante supremo”, sino, sin dudas, al panita Simón Bolívar de nuestros más hermosos atavismos unitarios; he ahí verbigracia, el Discurso de Angostura.).
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