“…que puedo irme mañana mismo de este mundo; las cosas buenas ya contigo las viví…”
Contigo aprendí. Armando Manzanero.
Dice un aforismo: “Todos los días sale un pendejo a la calle y el que lo agarre es de él”;
yo creo que no son ni Carla, ni Roland.
Pablo.
“Maracaibo a dado tanto que debiera de tener carreteras a granel con morocotas de canto”
Ricardo Aguirre. La grey zuliana.
A Luis Cedeño y familia -pero especialmente a Luis- con amistoso afecto.
Advertencia: este texto pudiera herir susceptibilidades. Si usted es proclive a engorilarse por ciertos usos lingüísticos altamente distanciados de las formas clásicas, o por contenidos mente abierta en grado considerable, le recomendamos no leerlo; o por lo menos abordarlo con prudencia.
CUERPO 1
Instinto 1 volcado ya en voluntad para soplar al viento esta crónica cinematográfica, anexa etiqueta cordoneadita sutilmente en el dedo gordo de cualquiera de los pies y ca-te-gó-ri-ca, al posible consumidor: Asúmase la presente como exclamativo homenaje a la mejor película venezolana expuesta al deleite sinfónico de Pablo Fierro –quien suscribe-, después de “Aventurera”, con guión de Cabrujas, brillantes actuaciones de: Verónica Cortés, Flavio Caballero, Toco Goméz, Jorge Canelón; los demás.
CUERPO 2
Digo después de Aventurera, aunque usted tenga referencias más abundantes en relación a mí, por precariedad prolífica de quehacer cinéfilo postmoderno (la idea es extrapolar a la nomenclatura del modernismo positivista) –en términos de filmografía nacional-; peeero: después de Aventurera –nombre impregnado de canto agustinlareano- con un ventajón sobre ésta un rato hiper largo, por no decir ultrawao a esta edad y con bigotes canosos. Sépanlo, éste film “El último cuerpo” que vi no hará más de cuatro horas -entré a las 7 de la noche más o menos-; no estoy jugando, -por favor si no va a tomar en estricta seriedad el exacto espíritu de este “postintroito”; agarre sus ojos y se va (saludos a Ernesto Sábato en El túnel)-, digo que es una vaina de hasta Oscar y todo; y mi aspiración es grande –aunque sospecho desproporcionadamente grande respecto a los productores que no sé porqué les encuentro cierto tufo a gente humilde y humanitaria-, porque se sube no sabe cómo al círculo de espera no de la estatuilla o mención honorífica para mejor película extranjera, sino que, mire no más, está sentada allaaaaaaaaaaaaaáaaaaaa arribooota, en la nube en que anda como a veinte mil metros de altura, creyéndose creyona, en un nivel jerárquico semejante a “La vida es bella” o cualquier otro Dios del Olimpo oscarniano tipo barbarazo; tú sabes, que hasta el queso que había en la mesa también se lo comió a la hora en que el jurado, dado el peliculón, de vainita y apartó uno que otro premiecito -que sé yo: miss fotogenia, película más popular, mejor efecto de sonido, premio consolación por lástima, para los otros participantes- y agenció sin más, para la susodicha –last body- leyes habilitantes de corito y todo en una tarima adyacente a la alfombra roja con Witney Houston y… los cuatro de Jackson será, para que el estribillo se goce libidinoso en el más repulsivo parto semántico del cerebro de Wilfrido, el Vargas, inserto jamás en alguno de sus merengues con guaguancó –agradezco se lea, para una comprensión más holística y eficaz, con afectación gutural -melódica incluida-: “acabó con toooooooooooo”; verga pa chocante, coño.
CUERPO 3
Muchachos, la vi.
CUERPO 4
Esa película es rara; sin cova.
CUERPO 5
De una les digo que no me interesó y por eso quedé flay ante el porqué el que mató mató y porqué tal, que era la novia de cuál “novia entre comillas” -digo si es que se puede llamar novia a un manganzón musculoso, tipo metrosexual y qué se yo- andaba en esos suburbios charqueros del anti corazón; o del corazón corazón bajo unos esquemas cuyos códigos no resultan compatibles en función de mi judeocristiano procesador. Mi novia, esa sí novia con todas las de la ley, se volvió mantequilla con el flaco, a quien no más comenzando vemos vestida y alborotada; pero armado de un carterón, como el Simón de Willy; pero también un pistolón, como el de Juanito Alimaña; y una frialdad más firme que militar militar para dejar patitieso al siguiente en su lista de encargos criminales; mas, claro, nadie es perfecto, ya verán en el cine porqué lo digo. Creo que paradójicamente lo que me desorientó en ese sentido fue algo que constituye en mi opinión un gran acierto por cuanto no concede mayores prerrogativas de monotonizarse, a un film sustentado sin timidez -más bien con maravilla- en lo literario-audible: el veterano manejo del tiempo.
CUERPO 6
Suelo bloquearme, cuando ando en actitud de interpretar, frente a esas intríngulis sangrientas que dominan la atmósfera barriobajera del ambiente; pero que asumo y le doy relevancia vital dentro de la intención discursiva anecdótica, como aquello para lo que sirve un sangrero, un policíero, y un malandrerio de esos que pueden cargar mientras realizan cualquier labor cotidiana, incluso altruista, según se vea, un balazo en un costado donde una sola mano tapa el hueco que la llena de púrpura, como quien carga viniendo de la bodeguita de la esquina un paquete de harina pan; por mandato de la vieja, de parto o de crianza; se detiene a joder un rato con los parroquia de la esquina, y les dice, ya enterado de lo básico: -dale, varón, nos vemos en el espejo, voy a casa a morirme un ratico y no me esperen porque no sé si vuelvo; ¡ey, carevómito!, salúdame a Yurlileisy; esa chama es burda e pana… sin cova.
CUERPO 7
Es demasiado calidad que “El último cuerpo” te eche zendo cuento poético de altura, atrapándote increscendo en un lirismo de acuosa esclerótica, que se desprende, marico, mire no más, de los ojos de Heriberto Camargo –William Goite-; su actuación; la del policía calvito pero repulsivo como el que más, quien lleva la carga de miserabilidad más sobresaliente –pienso yo-; la del otro policía, el que se bate a tiros en un supermercado, el tipo con dos mujeres, el francés, la chama disociada, conforman el potente concierto actoral que abrazado con mística al sobrenatural guión elevan last body –así la bautizo in english- a ese climax vergatario que me tiene aquí gozando un bolón entre teclazo y teclazo; na tan buena. Claro, no se enrrollen el chamo con remoquete rocolero y la chamita periodista que bueno pues, pa qué te digo, está lindísima y se yergue como una columna indispensable en la fortaleza expresiva del film; ella, dentro de lo que se le encomendó desde la dirección hizo exactamente lo que tenía que hacer; en ese sentido, tanto la dirección como la chama, merecen un gran aplauso; pero su rol, por cosas del destino no requería una proyección descollante a lo Lara Croft, para no robarse el show; sólo debía fungir, básicamente, para reafirmarnos que el mundo inmaduro o idiotizado puede ser un patuque de perlas intestinales horribles, pero que, vaya, no sólo de mierda vive el hombre; y vercia bro, te juro que me hubiera gustado ver un poquito más de lo que se vio en las escenas medio tensas en las que ella aparece bañándose; uno piensa “coño, qué vaina conmigo; la chama pasando por esa situación tan emotivamente fu, y yo con ganas de que los responsables de la toma, entre quienes la incluyo a ella misma, hubieran sido un poco más generosos en función de los que como yo se deleitan en serenidad, al ver o recordar la presencia de una estrella fugaz suave y cálida, con pezón que se intuye igualmente virtuoso en el suave colchón de los esteticismos añorantes de aquel abrazo; lógico uno está consciente de que lo que ve es ilusión; de ahí el desparpajo.
CUERPO 8
Sí, la piedra angular de esa madre película es el periodista maracucho Heriberto Camargo, que no se mete en más peos porque a veces tiene que escribir, sorber uno que otro trago o hartarse de empanadas; bueno, entiendo que la película se basa en hechos reales y es un homenaje a ese señor a quien llamaban –véanla para saber porqué- el poeta del crimen. Pero, más que él; quien realmente protagoniza esa vaina son los ojos del carajo, marico. Y más que los ojos, párenle bolas, es algo que no se ve en la película -y yo y que queeeéee-; bueno; lo que protagoniza esa película es el mundo interno, los sentimientos, las emociones, el corazón de ese fantasma que deambula ceniciento manipulando un arma, que no le cuadra, a todo lo largo del film; y ojo, no me refiero a su computadora de periodista, sino a un mocho revólver, dígame usted, que sorprendentemente usa con bastante pericia según el compromiso que se le presente. La computadora no; esa le cuadra a la perfección.
CUERPO 9
El loquito fotógrafo es un gran personaje, y relumbra, brilla en frecuentes oportunidades; sólo que obviamente tiene que como actor alejarse mucho de su ser real, dadas las características del ser alegórico, y en contados casos, cercanos al borde de mayor exigencia, digamos que al tope de la montaña que es lo que representa su rol, el vértigo de actor joven y quizás con una primera incursión en cine –no podría afirmarlo-, se desenfoca; es algo leve; al igual que ciertos devaneos sutiles al comienzo de la película, que tiene un ritmo increscendo, cómo no, pero no justificador de comienzos de secuencias algo infantiloides en términos de dirección; a la manera de cierta primera reunión en la morgue, donde varios policías esperan al protagonista, y se siente que la espera no corresponde al proceso argumental, sino acaso al sonido de la claqueta o al “luces, cámara, acción”; también es algo sutil, pero yo hubiera arrancado con la gente en actitud de espera como tenía que ser, pero con un policía entregándole un sobre a una secretaria; otro viendo la hora, en fin; buscando la naturalidad que sí se logró arrechamente en la estampida de gente hacia el exterior del supermercado cuando comienza la refiega; que dentro de un supermercado y destruyendo artículos alimenticios de consumo masivo sin precaución alguna, en empeño por sobrevivir, uno, y por aniquilar para ser libre, el otro, emite un simbolismo interesante, como muchos otros pasajes del relato, que todavía me tienen caviloso, y por lo cual, tengan por seguro volveré a verla en cuanto pueda; se aceptan invitaciones, je je.
CUERPO ÚLTIMO
Como venezolano, estoy orgulloso de esta película; sus detallitos son nada frente a la magnificencia en aciertos. No es rimbombante en efectos técnicos ni cosa similar, de lo cual no deploro; pero sí es satisfactorio cuando uno ve una película que atrapa al que sabe leerla, más por los detalles de profesionalismo actoral, manejo de cámara y planos; una visión universal del arte que no entiende la exaltación regionalista como una oscura puñalada que niega al resto del mundo (el sountrack, sobre todo al principio, es una nota, suena de pinga); una película que atrapa, decía, más por esas cosas, que por el profuso empleo de digamos bombas que estallan; naves extraterrestres que acaban con ciudades enteras; gorilas que se montan en los rascacielos más altos del primer mundo, y cosas por el estilo; de lo cual, insisto, no deploro, pero el sol, sabemos, no se puede tapar con un dedo; y en “El último cuerpo” brilla candente y caluroso; con calor maracucho. ¡Qué molleja, primo!